jueves, 31 de marzo de 2011

La Historia de Gonzalo 4ºCapítulo "Sucesión de sorpresas"



La semana posterior a la marcha de papá no fue tan difícil como habíamos esperado, no quiero decir con esto que no lo echáramos de menos, pero creo que en el fondo creíamos, o más bien queríamos creer, que era otro de sus viajes de trabajo, mi padre era un importante guardia civil, su cargo era el de Teniente General, siempre le entusiasmó su trabajo y eso se demostraba por la cantidad de medallas que había conseguido en su larga trayectoria, el único inconveniente para él era el hecho de ser bastante conocido. Además gracias a ser padre “divorciado” no lo destinaron nunca fuera de Asturias, de lo que jamás se escapaba era de las misiones que realizaban en el extranjero. Esos días, semanas y a veces incluso meses, lo pasábamos bastante mal, Jorge se tiraba las horas metiéndose en internet por si había novedades de los misioneros enviados desde España, Ángela con su calendario tachaba los días que le faltaban para abrazar a papa y yo…realmente no era yo cuando él no estaba a mi lado.
Aprovechando los días libres que Rafael me había dado (por supuesto fui yo quién se los pedí, de él jamás saldría que un empleado se tomara un descanso), seguí con mis últimos exámenes, no podía creerlo, casi estaba cumpliendo el sueño de mi vida, ser licenciado en medicina (con especialidad en cirugía)…la idea hace unos meses me ponía los pelos de gallina, pero ahora ya no me causaba la misma alegría, ni por asomo. Todo lo ocurrido en nuestro día a día culminaba con la misma afirmación: No es lo mismo sin papá.
A Jorge lo llamaron de un equipo de baloncesto que no era muy conocido que digamos, pero pagaban una pasta gansa por pertenecer al equipo, Jorge lo rechazó sin apenas pensar, alegando que ese equipo no le gustaba y además jugaban fatal, pero los dos sabíamos que solo seguía el consejo de nuestro padre, primero debía terminar sus estudios.
Ángela, ella era quién nos preocupaba de verdad, en tan sólo 8 días que habían pasado tras la “marcha” de papa, la profesora nos hizo ir dos veces, la primera la consideramos una tontería de cualquier niña de 11 años, por lo visto no quiso salir a resolver un ejercicio a la pizarra, y el motivo, según ella, fue, que no le apetecía, por lo que la profesora no se lo tomó nada bien, la segunda visita, esa si fue horrible, nosotros pensamos todo el rato que hablaba de otra chica, resulta que nuestra hermanita, que siempre había sido tan buena, le había pegado una brutal paliza a Cristian, un niño mayor que ella, pues le dio tantos golpes que cuando vinieron sus padres a recogerlo se echaron a llorar, por su parte nuestra hermana, no tenía ni un solo rasguño. En el fondo Jorge estaba orgulloso de que se defendiera ella sola, pero a mí no me hacía ninguna gracia. La profesora se enfadó aun más cuando le dije que mi padre no podía venir. Por el momento queríamos guardar el secreto, porque de ningún modo íbamos a permitir que nos separaran también de nuestra hermana, puesto que era la única menor de edad.
Al llegar a casa, después de la charla con la señora Rita (profesora dela niña), me di cuenta de que me correspondía a mi imponerle el castigo a Ángela, y tras mucho pensar recordé que mamá siempre escribía un diario, así que puse la habitación patas arriba con la esperanza de encontrarlo, seguro que me daría alguna idea, incluso a lo mejor escribía los castigos que nos había puesto a Jorge y a mí en nuestras fechorías. En el altillo del armario encontré una caja, bastante grande, de piel y de color marrón oscuro, la bajé y la coloqué en la cama, esperé unos segundos, cogí aire y por fin la abrí, pensando encontrar fotos o algún que otro recuerdo…me sorprendí al ver que lo que contenía la caja, cientos de billetes…casi me caí de espaldas, los había de 50, 100, 200, y hasta de 500 euros…no podía creerlo, siempre vivimos de maravilla, asistiendo a los mejores colegios, llevando las mejores ropas, pero papá nos había echó creer que gastaba todo su sueldo precisamente en que viviéramos como una familia bien avenida, sin permitir tampoco que fuéramos mantenidos por él, siempre solía decir: Ninguna familia se sostiene si no colaboran todos los miembros, tanto sentimental como económicamente.
Dejé la maleta dónde la encontré, se me estaban juntando demasiadas preocupaciones así que decidí posponer este “altercado” por unos días al menos.
La preocupación volvió a apoderarse de mi cuando recordé que el cumpleaños de una tía nuestra, Eva, estaba acercándose, y mi familia era de aquellas que se tomaban esta clase de acontecimientos bastante enserio, si falta alguien a alguna fiesta ha de tener un gran motivo, pero bueno, decidí centrarme en estas últimas semanas de exámenes y ya pensaría algo para todo lo que se avecinaba.

lunes, 21 de marzo de 2011

La historia de Daniela Treneib - Capítulo 3 - El Reformatorio (1ºparte)



El reformatorio, re-for-ma-to-rio. Curiosamente lo que menos me gustaba de aquel sitio era su nombre.
Entré en aquel lugar con una bonita lista de cosas malas que una niña no debe hacer, entre otras cosas robo y agresión. Esos cerdos manipuladores mintieron de lo lindo para poder deshacerse de mí.
Recuerdo que sentí estupor cuando entré por esa gran puerta, y es que la fealdad de aquel edificio impresionaba.
El centro (así lo llamábamos) estaba dividido en dos zonas, femenina y masculina, sólo en algunas actividades y en los tiempos libres nos juntaban con los chicos.
Las habitaciones estaban compuestas por dos literas, un par de armarios y alguna silla. Tuve suerte, la habitación 87A tenía vistas al solar, por lo menos no tenia que despertar cada mañana viendo aquel grisáceo edificio.
A las únicas personas que escribí para informar de mi nuevo cambio fueron Tomás y su familia y a mi amiga Ada, tampoco había nadie más.
Con Ada me escribía habitualmente. Tomás y su mujer, y a veces su hijo Julio venían a visitarme, agradecía de verdad cada visita, pero no llegué a decirlo nunca.
Nada más llegar me dieron lo que sería mi segunda piel durante los siguientes años, un uniforme, gris, para no desentonar con la armonía del sitio.
Mis compañeras de habitación no eran malas del todo, por lo menos no conmigo, Susi, Nieves y Reme.
Al principio pasaba desapercibida, era una más, tenia que morderme la lengua a menudo callando ante injusticias tremendas tanto de alumnos como de profesores, pero no iba conmigo, no tenia porque interceder, no quería más líos. Pero como todo en mi vida eso empezó a cambiar.
En los eternos años que allí pasé, conocí a muchas personas, la mayoría no merecen ni una sola línea, pero de entre todos destacó para mi Cristóbal, o como al él le gustaba que le llamasen: Cris. Era un chico amanerado, dulce, servicial, sensible y sobretodo buen conversador.
Hicimos buenas migas desde el momento que coincidimos por primera vez, a pesar de su fragilidad, era un chico valiente, no le importaba mostrar lo que era y no usaba tapaderas, aunque su tendencia sexual le causaba problemas en más de una ocasión.
Usábamos cualquier momento libre para estar juntos. Encontramos un lugar tranquilo semi escondido donde solo había chismes y se podía acceder por una ventana, era nuestra guarida, allí nos echábamos algún cigarrillo que conseguíamos de vez en cuando y charlábamos tranquilamente. Él era diferente, siempre se reía de sí mismo, aparentaba más edad de la que tenía tanto por dentro como por fuera, había tenido una vida dura, pero a pesar de eso, siempre me hacía reír. Era un buen amigo.
Ocurrió un domingo, Cris y yo acabábamos de entrar a nuestra guarida, cuando oímos voces cercanas, estaban entrando a nuestro escondite. Cris y yo nos escondimos detrás de un viejo colchón. Eran cuatro, todos chicos, llevaban tiempo con ganas de pillar a Cris y nos habían seguido.

sábado, 19 de marzo de 2011

La Historia de Gonzalo 3er Capítulo "El parque"


Al salir de la pizzería, seguimos caminando cabizbajos durante al menos 1 kilómetro, deteniéndonos los tres en el mismo punto, y observando todos el mismo lugar, aquel parque…Papá nos había llevado allí desde que mi mente recordaba, observamos el quiosco de las chucherías de la señora Josefina, el gran lago, el almendro del columpio…todo parecía igual que siempre, incluso me atrevería a decir que por ese lago paseaban los mismos patos de antaño, pero faltaba papá, ahora entendía porque mi hermano Jorge dijo que se había acabado cuando leyó la nota, por supuesto que se había acabado, toda nuestra felicidad había llegado a su fin, y costaría años volver a recuperar una pizca de alegría…
Pasadas unas horas, después de mirar y mirar “nuestro “parque sin intercambiar ninguno de nosotros ni una palabra, regresamos a casa, que curiosamente tampoco parecía la misma, que sensación tan extraña y tan melancólica al mismo tiempo, por un momento escuché la voz de papa: ¿Dónde estabais metidos pequeños?, pero solo fue mi cruel imaginación, hasta ella quería hacerme daño.
Acostamos a Ángela, que fingió dormirse (pero todos sabíamos que esa noche nadie dormiría), y seguidamente sin saber porqué fui corriendo hacia el primer cajón del recibidor, mi hermano como leyéndome el pensamiento corrió hacia el teléfono que se encontraba en el salón y me lo puso en la mano, marqué los números con nerviosismo, y cuando solo faltaba pulsar la tecla de llamada, dejé el teléfono en su sitio…
-¿Qué diablos haces Gonzalo? Dijo mi hermano, más asustado que enfadado
-Papá me dijo que llamara cuando terminara mi carrera y aún quedan 3 semanas, creo que deberíamos esperar.
-¿Qué estás diciendo? Marca el maldito número, quizá sea el de mamá. Dijo mi hermano, esta vez pareciendo enfurruñado.
Pero en esta historia yo tenía dos cosas bastante claras: la primera era que papá no nos cambiaría por nada del mundo y mucho menos por mamá, y la segunda es que la persona que se escondía detrás de ese número, no sólo quería ofrecerme trabajo.

viernes, 18 de marzo de 2011

La historia de Daniela Treneib - Capítulo 2 - El comienzo del averno



Tomás llegó pitando en su mugrienta furgoneta como siempre. Salí corriendo y sin decir nada le abrace, como el que se agarra al borde de un precipicio para no caer al vacío, Tomás desconcertado me aparto tiernamente y me preguntó porque lloraba, realmente ni yo lo sabia, solo tenia miedo y me sentía sola, quería ver a mi tía y volver a nuestra rutina, sólo eso.
Tomás se encargo de todo una vez se entero que había pasado con mi tía, estuve con él, su mujer y su hijo Julio unos días hasta que los servicios sociales se hicieron cargo de mi. Recuerdo como si fuera hoy el día que me dijo que mi tía no volvería más, llore, llore y llore tanto que mis ojos se secaron para siempre, ese día mi corazón empezó a endurecer, era solo el comienzo de la roca que hoy tengo dentro de mi.
Me llevaron a un orfanato en el centro de la ciudad, al principio fue raro, apenas había tenido contacto con la gente y de repente vivía en un gran caserón rodeada de personas hasta para dormir.
En el orfanato no me fue mal del todo, hice una amiga, que hoy día sigue siéndolo, Ada, vanidosa y presumida,( y es que era y es guapa a rabiar) pero con una lealtad infinita y un buen corazón. Los profesores eran duros y la mayoría tenían las manos largas, pero no nos trataban mal del todo. La comida era asquerosa, eso sí.

Cuando estaba a punto de cumplir tres años en el orfanato me adoptó una familia, todo el mundo me dio la enhorabuena, Ada lloro bastante, yo no entendía ni una cosa ni la otra, al fin y al cabo era otro cambio más y no tenia demasiadas ganas.
Marcelo y María fueron mis padres adoptivos, y Alicia mi hermana política, y digo fueron porque solo estuve con ellos apenas dos años, Alicia me odio desde el primer día, ella tenía 13 años entonces, era mala, algo rellenita y poco agraciada la verdad, tenia el pelo como una bombona de butano y las orejas grandes y separadísimas. Siempre hacia trastadas y me echaba la culpa después, Marcelo me regalaba casi todas las semanas un par de palizas por su culpa.
Un día nos mandaron a comprar, cuando estábamos en la tienda, el dependiente tranquilo por la confianza que nos tenia entró un segundo al almacén, en ese momento y sin tiempo de reaccionar Alicia alargo su rechoncho cuerpo y cogió 5.000 ptas de la caja que el tendero había dejado entreabierta. Cuando salió nos despacho sin notar nada y salimos hacia casa, al llegar, María hablaba por teléfono, estaba roja, rojísima, al colgar nos pregunto por el dinero y Alicia sin darme tiempo reaccionar empezó a llorar y me culpó, lo negué, pero entonces metió la mano en mi abrigo y saco el dinero.
Estuve varios días sin poder ir al colegio, los suficientes para que los moratones desapareciesen, aunque lleve bastante más tiempo el brazo escayolado. El padre de la “bruja zanahoria” era un bestia.
No me queje, no llore, nunca dije que fue Alicia quien robo el dinero.
Una madrugada me levanté en silencio, debajo de la cama algo me esperaba, un bote de cristal guardaba unas 40 garrapatas y bastantes pulgas, en otro bote había pegamento extra fuerte. Entré en la habitación de Alicia, los bichos hicieron su trabajo en su cuerpo y el pegamento hizo el suyo en su pelo. Esa noche después de mucho tiempo me dormí sonriendo, aunque estuvo mucho mejor aquel despertar con los gritos de dolor de Alicia. Mereció la pena volver a llevar unos meses más la escayola.
Dos días después iba de camino a un reformatorio. Sonreía de nuevo.

Ángela

jueves, 17 de marzo de 2011

La Historia de Gonzalo 2º Capítulo "La marcha del ángel"


-Se acabó, me dijo mi hermano con un tono deprimente.
Esa noche, fue Jorge quien recogió a mi hermana de sus clases semanales de pintura (era una niña muy creativa y se le daba genial cualquier tipo de manualidad), cuando llegaron a casa encontraron una nota de Papa: "Queridos hijos míos, con todo el dolor de mi corazón he de deciros que me marcho, voy a buscar a vuestra madre, yo también tengo derecho a ser feliz, y he pasado toda mi vida luchando por los demás y aunque no me arrepiento, necesito tener tranquilidad. Gonzalo, en el primer cajón del recibidor hay un número de teléfono, cuando termines tus exámenes y por fin te gradúes llama, esa persona te guiará y ayudará a terminar de formarte. Jorge, me gusta mucho que sé té de bien el baloncesto pero céntrate en tu carrera, es muy difícil llegar lejos en cualquier deporte. Ángela, cielo mío, a ti no hace falta que te diga nada, siempre supiste cuidarte solita (aunque tus hermanos insistan en mimarte, para ellos siempre serás la pequeña.)
Eso es todo chicos, os quiero con locura, aunque esta situación no lo demuestre, ya me entenderéis algún día. Cuando os haga falta un empujoncito, ya sabéis, mirad al cielo... la estrella que más brille... ese es Papa. Fdo: Abel"

-Esto no lo ha escrito Papá, dije seguro de mí mismo.
-¿Ah no? Va Gonzalo no seas incrédulo, ves lo que dice del cielo y todo eso, es Papá, está claro, dijo mi hermano.
Entonces le dije a Rafael (mi jefe) que en ese momento estaba jugando con mi hermana a su interminable lucha de pulgares, que tenía que irme, empezó a dar gritos en Italiano (siempre lo hacía cuando algo no le gustaba, aunque pensándolo bien, también gritaba cuando algo le gustaba), pero ni me inmuté, dejé mi delantal en la taquilla, y los tres salimos por la puerta, muy decididos, como si supiéramos exactamente qué hacer... pero en el fondo nuestros corazones no podían sentirse más perdidos...

lunes, 14 de marzo de 2011

La historia de Gonzalo Da Silva 1º capítulo

Mi nombre es Gonzalo Da Silva, tengo 30 años, y una historia que al resto de la humanidad puede parecer una historia completamente normal, sin embargo para mí es de lo más peculiar.
Nací en España, en la provincia de Asturias, y viví allí durante casi toda mi vida con mis padres Abel y Rosa, como el mayor de 3 hermanos. Pues bien, todo comienzo cuando cumplí 18 años y mi madre anunció (y lo digo literalmente porque lo hizo delante de toda mi familia en la gran fiesta celebrada en honor de mi mayoría de edad) que estaba harta y deprimida de su vida tan monótona y que se marchaba a buscar su propia felicidad. Ese mismo día cogió su maleta azul a rayas vainilla, besó a mi hermana Ángela (6 años), luego dio otro beso a mi hermano Jorge (15 años) y se dirigió hacia mí, propinándome un palito en la espalda. Nunca me trató como a ellos, siempre pensó que mi nacimiento fue el motivo principal del fin de su carrera artística (era una gran estrella, ya me centraré en ella cuando sea el momento. A pesar de su trato indiferente hacia mí, no me di cuenta de lo egoísta que podía llegar a ser hasta ese día.
Gracias a mi padre, todo fue sobre ruedas, yo seguí con mi carrera recién empezada y haciendo algunas horas extras en la pizzería de la esquina, y mis hermanos fueron muy bien atendidos por mi buen padre.
Lo que parecía ser la típica historia de una madre soñadora que deja a sus hijos con su padre y el sólo se encarga de los niños, cambió una noche, cuando yo tenía 23 años, estaba en la recta final de exámenes pero nos hacía falta el dinero y yo estaba en la pizzería doblando turno (mi padre estaba en contra de que yo trabajara tantas horas. Esa noche aparecieron mis hermanos, muchas veces venían a cenar conmigo, sobre todo cuando Papá estaba fatigado para ponerse a hacer cenas después del trabajo, mi pequeña Ángela vino corriendo alegre hacia mí, pero la cara de Jorge expresaba un sentimiento totalmente diferente.

Lorena

La historia de Daniela Treneib Seliva 1º capitulo

Yo soy Daniela Treneib Seliva y tengo 29 años. Siempre he pensado que todos los secretos se parecen, hasta que conocí el mío, pero para contarlo tengo que relatar primero mi historia:
Nací en Francia en un pequeño pueblo llamado Monpazier, hace poco que yo misma supe esto, ya que cuando solo tenia 2 años me llevaron a España, y ningún recuerdo me quedo de mi tierra natal, siempre he tenido mala memoria, pero en este caso alguien se encargo de que nunca recordara esto y mi memoria borró Monpazier, hasta hoy.
Empecemos por España, por lo que mi memoria sí recuerda.
Nunca conocí a mis padres, creo que no tengo hermanos, por familia solo conocí a mi tía Marisa, ella me crió hasta los 9 años, y me hubiera cuidado toda su vida, esa mujer me quiso de verdad, pero soportaba desde hacia tiempo una fuerte enfermedad, y el invierno de 1990 se la llevo y con ella mi felicidad, mi estabilidad y mi única familia, todo se hizo gris, una gran pausa inundó mi vida.
Vivíamos en una finca lejos de todo, no teníamos mucha relación con el mundo exterior, así que estuve ajena para el mundo dos días, hasta que vinieron por mi y así empezó mi Odisea particular.
Tomás era un repartidor que venia cada semana para aprovisionarnos de víveres y otros suministros, era un hombre sencillo y simple, bastante bajito y un poco barrigón, tenia la cara tan redonda como una perfecta circunferencia y una gran nariz que siempre estaba roja.
Esa mañana Tomás pasó por nuestra finca como habitualmente, yo seguía esperando a mi tía, era incapaz de imaginarme que había muerto, esa idea nunca se pasó por mi cabeza hasta el momento que me dieron la noticia, no sabia que podía haber pasado, pero sabia que mi tía no me dejaría sola, me equivocaba. Supongo que es esa esencia que tienen los niños, la inocencia.

Ángela

Entren, entren, Bienvenidos

Antes de nada, decir que estamos empezando con esto del blog y aún estamos verdes, pero intentaremos hacerlo lo mejor posible.

La creación de este blog empieza de una idea, la de escribir una historia.
Empezamos hoy, Ángela escribe una, Lorena otra. Quizá algún día sean paralelas, ¿Quién sabe?

Esperemos que os guste y nos sigáis.

Lorena & Ángela