miércoles, 11 de mayo de 2011

La Historia de Gonzalo 8º Capítulo "Un dia poco corriente"


Las siguientes semanas, no me fueron nada mal, seguí aprendiendo mucho en mi trabajo con el señor Lito, y con Sara parecía que la cosa iba bastante enserio, mis hermanos la conocieron, a Ángela le encantaba pasar ratos con ella, era como la hermana que siempre quiso tener, mi novia (todavía me sonaba raro llamarla de ese modo), la maquillaba, le traía ropa de cuando era pequeña, la ayudaba con los deberes (tanto, que sus notas mejoraron notablemente), se podría decir que tenían una relación perfecta. Sin embargo mi hermano Jorge no lograba ver lo mismo que nosotros veíamos en Sara, simplemente no le gustaba, y aunque su relación era cordial, no pasaba del saludo, y sinceramente eso me entristecía bastante. Siempre he necesitado su visto bueno, y de momento con mi chica, no lo tenía.
Podría decirse que mi vida comenzaba a ir bien, o mejor dicho, comenzaba a ir “normal”, si por supuesto descartamos la maleta de dinero y el “abandono” de mi padre.
El tío Claudio nos ayudaba todos los días, y se pasaba las horas haciendo llamadas para averiguar el paradero de su hermano. Llamó a mi madre (cosa que hasta ahora no nos habíamos atrevido a hacer) pero nunca cogía el teléfono.
Pues bien, hasta el momento, como he dicho antes, la cosa iba normal…hasta ese día.
Regresé al trabajo después de comer en un italiano que a Sara le encantaba, me senté en mi mesa, justo delante de la puerta, lo que todo el mundo llama recepción, y de repente entro por la puerta una chica joven (algún año menos que yo, al menos dos diría yo), era alta, pero no demasiado, y delgada…eso es todo lo que pude ver, pues entró al despacho de Lito sin tan siquiera saludar, iba echa una furia, pensé que sería otra de estas modelos a las que su representante promete demasiado para luego no cumplir ni la mitad y sacarles el dinero, mi jefe había resuelto varios casos de este tipo.
Pasaron unos minutos, en los que no se oía nada, y de repente escuche como la chica iba alzando progresivamente el tono de voz.
-Exijo respuestas, no me iré de aquí sin ellas ¿entiende?-Gritaba
-Señorita no creo que este sea el momento ni el lugar para eso, le ruego que se marche-Intentaba calmar mi jefe.
Modelo no sé si sería la chica, pero con su representante no era el enfado, desde luego que no, estaba cabreada con el señor Lito ¿Pero porqué? Mi jefe no parecía de aquellos tipos que se meten en líos, y dada su perfecta relación con su esposa, tampoco creo que fuera ninguna amante secreta.
A los pocos minutos, la chica “modelo” salió a toda pastilla.
-Adiós, disculpe las molestias, no suelo comportarme así habitualmente-Me dijo mientras salía sin tan siquiera girarse.
-No se preocupe señorita, ¿Necesita algo?-Pregunté.
Se paró-No gracias, y lo siento, de verdad-Me dijo, todavía entre sollozos.
Y justo cuando iba a salir, tropezó, cayendo con las dos rodillas en el suelo, y tirando mogollón de papeles que llevaba en la mano. Me apresure a levantarme para ayudarla, pero aparentemente estaba bien, pues estaba recogiendo del suelo todos los papeles, y procedí a ayudarla, habían cientos de cartas y también muchas fotos, sin querer la miré, y ella aparto la vista, sus ojos tenían algo que nunca antes había visto, no era el color y la forma, que por supuesto eran preciosos, sino lo que expresaban…era como si expresaran, aunque suene estúpido, lo mismo que los míos. Por un momento me olvidé de Sara, en pocos segundos me imaginaba con aquella chica guapa caminando de la mano, abrazándola, consolándola, como una buena amiga…Todo era fantasía, estaba claro que no acostumbraba a tratar con mujeres de mi misma edad, un poco de contacto con el otro sexo y mi imaginación se disparaba. Con mi novia no me pasaba eso, ella digamos que era, como más pequeña que yo, pero no más infantil, que va, ella tenía las cosas bien claras y era muy inteligente, lo que pasa es que no me daba vergüenza hablar con ella, me sentía, aunque suene ególatra, superior a ella mentalmente.
Nos pusimos en pie, y mientras le devolvía los papeles no pude evitar mirar la foto que predominaba el montón que sujetaban mis manos.
-No puede ser...este hombre… ¿De qué conoces a este hombre?-Pregunté, señalando en la foto a mi tío Claudio.
-No lo se, debe ser un error, aunque lo cierto es que no conozco a nadie-Me dijo, ya más calmada.
-Este es mi tío Claudio, estoy seguro-Respondí
Me quito el montón de las manos y se apresuró a irse.
-Adiós, y gracias-Dijo, al mismo tiempo que se marchaba.
-Espera, no te vayas así, tiene que haber una explicación-Le dije casi suplicando.
-Pues pídesela a tu jefe, el sí puede dártela-Contestó enfurecida.
-Oye, una cosa más, dime al menos cuál es tu nombre-Dije casi gritando, ya que se encontraba bastante lejos.
-Me llamo Daniela, Daniela Treneib-Me contestó sonriendo a la par que se giraba y me dedicaba una sonrisa.

viernes, 6 de mayo de 2011

La historia de Daniela Treneib - Capítulo 7 "Fotografías"

No sabía bien que era desde la distancia, pero algo importante debía contener. Era una caja fuerte muy antigua y extraña, al parecer debía llevar mucho tiempo incrustada en pared ahora ya vencida por la tormenta.
Estaba abierta, rota, tirada en el suelo, mirándome. De repente mi corazón empezó a latir al son de un raro nerviosismo que entonces no entendí.
Dentro de la caja había solo recuerdos a simple vista, fotos viejas, cartas, algunas joyas y una llave dorada cogida a un cordel de plata. Entonces, sentada bajo la luz clara del día que entraba por el tejado inexistente empecé con las fotos, las primeras eran de la infancia de mi tía, cumpleaños rodeados de gente que yo no conocía. Luego había varias de lo que parecía una ciudad extranjera, paisajes y monumentos bellos. En algunas salía solo mi tía. Y al poco salía abrazada a un hombre, rápidamente reconocí aquel perfil, era el de Ángel, amantes escondidos en una ciudad lejana. Se les veía felices, sentí pena.
Había una foto donde aparecían dos personas, mi tía y una mujer que aunque nunca la había visto supe de quien se trataba. Mis ojos, mis labios, mis orejas, la forma de mi figura, la expresión, todo, era yo sin serlo, esa mujer era mi madre no tuve duda alguna. Mi piel se erizó. Mis lágrimas mudas caían sobre las fotos. Era ella, ELLA.
Mi tía y mi madre eran cuñadas, ya que mi tía por lo que sé era hermana de mi padre. Al poco encontré otra foto similar, esta vez eran cuatro, Ángel, mi tía, mi madre y un hombre que la tenía por la cintura, debía ser mi padre, también me parecía mucho a él. Allí estaban sonriendo. Sonrisas.
-Y no me digo nada.- pensé. Ángel también conocía a mis padres. Eso era nuevo. Mucho para mí.
Cuando pude recuperarme del shock continúe con el registro de recuerdos. Cartas de amor, había muchas, de la relación que Ángel y mi tía habían llevado en secreto. Sé que eran personales y que no tenía derecho a leerlas pero sentí que tenía que hacerlo.
Después de varias de amor de Ángel hacía mi tía, una de ellas cambiaba totalmente el tono y cariño de las anteriores. Cartas que mi tía debía haber enviado y fueron devueltas por el remitente, le suplicaba a Ángel que no lo hiciera, que no tenía derecho. Le hablaba con una dureza y sequedad pasmosas. Pero en la carta no había referencia alguna de que se trataba. Luego había varias del estilo.
Y por último había una carta de mi padre. Era parca en palabras, le pedía que fuese a Francia a verles, que necesitaban un gran favor. Un favor. No era necesario ser muy inteligente para saber de que favor se trataba.

Cuando terminé, sin pensarlo me vestí rápidamente y salí de casa.

Llegue gritando fuera de mí a la oficina de Ángel, me debía muchas explicaciones. Ese hombre escondía más de lo que me había contado.
- ¡¡NO PIENSO MOVERME DE AQUÍ HASTA QUE ME EXPLIQUES DE QUE VA ESTA MIERDA!!
Y tirando las cartas y fotos sobre la mesa esperé su respuesta.

viernes, 29 de abril de 2011

Feliz Cumpleaños!!





Saludos a todos,
Se que no acostumbramos a publicar entradas que no sean sobre nuestros dos personajes: Daniela y Gonzalo, pero hoy es un día muy especial, ya que cumple años nada más y nada menos que una de las "jefas" de este blog
Feliz Cumpleaños Ángela, 24 años, y que bien puestos compañera, que pases un excelente día, como tú te mereces.
Y aprovecho esta entrada para daros las gracias a todos los que seguis nuestro blog, gracias de verdad por vuestro apoyo.

Lorena

lunes, 25 de abril de 2011

La Historia de Gonzalo 7º Capítulo "La ansiada llamada"

Día: Martes
Hora: 8.00 am
Lugar: Aula nº 6 de la Universidad de medicina de Asturias
Objetivo: Terminar cuanto antes el último examen para abrir el “súper” cajón de mi entrada.
Acabé el examen, y el señor Trenado me entregó un folleto con la fecha en la que se celebraría la fiesta de graduación y en la que nos darían el título a todos aquellos que hubiéramos superado todas las asignaturas.
Me dirigí a casa, andando a un paso extremadamente rápido, un calor insoportable me quemaba la nuca y parte de la espalda, mi Renault estaba en el taller y no podía esperar el autobús, estaba demasiado nervioso para esperar cualquier cosa, la paciencia no formaba parte de mis cualidades, no al menos en ese momento.
Abrí la puerta, después el cajón, y ansioso cogí el folio, intacto, a pesar de haber permanecido esperando largas semanas, marqué los números, esta vez no había marcha atrás, ya había terminado el examen por lo que tenía total y absoluta libertad para llamar y lo más importante, el permiso de mi padre.
Piiiii…sonó el primer tono…piiiii, segundo tono y antes de llegar al tercer tono el teléfono se descolgó.

-Diga- Contestó una voz femenina, no esperaba a una chica pero me valía cualquier tipo de ayuda o pista.
-Hola buenos días, soy Gonzalo Da Silva ¿Con quién tengo el placer de hablar?
-¡Qué bien hablas chico! Pensé que en la fiesta te di mi número, no el de mi padre.
-¿Sara? ¿Eres tú?-Pregunté con cautela y un poco de asombro.
-Pues claro canijo, dime ¿Por qué llamas a mi padre?
-Verás Sarita…es una larga historia, pero tengo que hablar con él, es bastante importante-Expliqué
-Vaya, pues lo siento cielo, no está en casa, se fue al trabajo, pero si quieres puedo darte la dirección, ¿Qué me dices?-Preguntó
-Me vendría genial, muchas gracias Sara...emm oye…ahora mismo tengo unas cosas pendientes de solucionar, pero me encantaría volver a verte.
-Uff, pensé que no me lo dirías nunca, sigues siendo tan tímido como siempre. Hablamos pronto entonces. Chao cielo-Contestó ella.
Esta vez sí cogí el autobús, la dirección estaba cerca, pero no lo suficiente como para ir a pie.
Llegue al lugar y allí estaba el padre de Sara, Lito, así es como lo llamábamos en la familia, me recibió con un enorme abrazo y me hizo pasar a su despacho. Ya no tenía confianza con aquel hombre, pero un recibimiento así siempre es agradable. El señor Lito me explicó que la chica que trabajaba con él se jubilaba en breve, y que estaría encantado de que yo ocupara ese puesto, dada mi impresionante carrera, mi responsabilidad y todas esas cosas que se suelen decir cuando quieren contratarte.
No supe que hacer, ¿realmente había esperado este tiempo para un simple trabajo?, mis esperanzas de encontrar a mi padre estaban desapareciendo bajo un espeso humo, y me daba miedo preguntar al señor Lito, a lo mejor no sabía nada, y la verdad, no me apetecía involucrar a nadie más, ya éramos demasiados (contando por supuesto al tío Claudio que sabe toda la historia desde la noche de la fiesta) y no confiaba en nadie, a veces, ni en mí mismo.
Pensé en la maleta llena de dinero (esto sí que sólo lo sabía yo, creo) y barajé la posibilidad de negarme a aceptar el trabajo, el caso es, no sé si fue un pálpito o el hecho de que entró por la puerta tan radiante como siempre, Sara, pero acepté. La sensación que tenía al ver a esa chica me asustaba, su sonrisa me impulsaba a seguir luchando, y una sola palabra suya aceleraba el ritmo de mi corazón de una manera brutal.
Ese trabajo, para bien o para mal, cambiaría mi vida, eso lo tuve claro desde el principio.
Días después ya estaba totalmente instalado, el señor Lito me enseñó a hacer todo lo que tenía que saber, se portaba conmigo de maravilla, me trataba más como un amigo y no como un trabajador, era un hombre bueno de verdad, me alegré mucho de que empezara a formar parte de mi vida porque una persona así, todo el mundo quiere tenerla cerca.
Cada mañana, a la misma hora, Sara venía a desayunar conmigo en un pequeño bar de al lado, poco después empezamos a quedar por las noches, no nos cansábamos de vernos, sentíamos una complicidad inmensa estando juntos, y al besarla sentí, que por primera vez, me había enamorado.


Las noches siguientes volví a soñar con el prado interminable, seguía sin haber nada ni nadie al final, pero se había sumado una persona más para ayudar a empujar.

domingo, 17 de abril de 2011

La Historia de Gonzalo 6º Capítulo "Una invitada inesperada"


-¡Bienvenidos chicos!-Saludaron al unísono la tía Eva y el tío Daniel (su marido y mi padrino)
Habíamos llegado a la casa del campo, “nuestra casa de campo”, una preciosa finca propiedad de los abuelos, donde nos juntábamos para todas las celebraciones y donde pasábamos muchos fines de semana todos juntos, mi familia era realmente extensa, nuestros abuelos, Ana y Manuel, habían tenido nada más y nada menos que 5 hijos: la tía Eva, luego le seguía el tío Claudio, después papá, el siguiente era el tío Miguel y la más pequeña, la tía Ángeles (mi hermana heredó su nombre, con una pequeña modificación, mamá nunca podía dejar las cosas como estaban , odiaba que le dijeran que no era original y adoraba cuando le aplaudían sus buenas ideas), todos mis tíos tenían 2 hijos (excepto papá que había tenido 3), no quiero aburrir con todos los nombres pero si contaré una pequeña curiosidad, todos los varones teníamos un lunar en la planta del pie derecho, parece de película ¿verdad? pues es totalmente verídico.
La casa, donde se habían criado papá y sus hermanos, era inmensamente grande, antes de llegar a ella, había que pasar por un caminito de piedras que el primo Carlos y yo habíamos construido de pequeños, por supuesto con la ayuda del abuelo, más adelante se encontraba la enorme casa, con terrenos para el cultivo al lado derecho y una piscina a la izquierda, y lo que más nos gustaba a todos, en la parte de atrás de la casa, estaba el porche, en el colocábamos las mesas repletas de comida en las fiestas, y ese día, no faltaba de nada, la tía Eva cumplía 50 años, y si cumplir mitad de siglo es importante para cualquier familia, para la mía lo era mucho más.
-¿Y papá?- Preguntó la abuela
Empecé a tartamudear, por supuesto a consecuencia de que la noche de antes no habíamos logrado inventar nada que decir para justificar esa ausencia.
-Viene directo del trabajo, no le daba tiempo a venir con nosotros- Dijo mi hermano convencido.
-¿Qué diantres dices Jorge?-Dije en voz baja pellizcando a mi hermano el brazo
-Calla, y dejame a mi-Contestó convencido.
Así pasamos varias horas, comiendo, riendo, e intentando pasar desapercibidos en la multitud, yo miraba de un lado a otro, para ver si alguien me observaba con cara sospechosa y cejas arqueadas pensando para sus adentros: “No sabes dónde está tu padre Gonzalo, nos estás engañando a todos”, pero hasta el momento nadie tenía esa cara.
Al fondo del porche, escuché una risa, no sé cómo describirla, pues no es fácil describir un sonido, pero me gustaba, y allí estaba ella, la dueña de aquella risa, una preciosa chica, su piel tenía el moreno que yo solo lograba conseguir en los meses de verano, sus ojos con forma de almendra eran de color verde oliva, y su pelo, liso en las raíces y ondulándose poco a poco hasta llegar a la cintura, lucía un bonito color castaño oscuro.
Vio que la miraba, pero no se incomodó, sólo me dedicó una sonrisa y un pequeño saludito con su mano, no puede ser ¿me conocía? ¿Quién era aquella chica?
Entonces como si me leyera el pensamiento se acercó a mí, hasta que estuvo lo bastante cerca y me dijo:
-Hola Gonzalín, no me había dado cuenta de que eras tú, ¿Qué tal estás?
-Pues, pues…lo cierto, es que ahora, bastante bien, pero no te consigo recordar, lo siento
-¿No sabes quién soy canijo?-contestó en tono burlón mientras me regalaba un codazo.
“Canijo”, pensó mi cabeza, ¡Claro! Ahora si sabía quién era, sólo ella me había llamado así desde muy pequeños.
-¡Dios mío! Eres Sara, pero cuanto has cambiado, estás…estás preciosa Sara.
-Vaya gracias Canijo, tú no estás nada mal tampoco-sonrió y me guiñó un ojo.
Sara era la hija del mejor amigo de la tía Eva, por lo visto había estado estudiando en el extranjero desde los 16, así que hacía bastantes años que no la veía, desde niños había estado detrás de ella, y ahora volvía a mi vida, de manera repentina, como todo lo que me ocurría, haciendo estallar miles de recuerdos en mi.

Seguimos charlando un rato y cuando llevábamos el tiempo suficiente en la fiesta, Jorge se levantó y anunció que a papá se le habían complicado las cosas en el trabajo y no le daría tiempo, y que nosotros nos marchábamos a prepararle la cena y un buen baño, pues vendría rendido de tantas horas en la calle. No quería marcharme, quería seguir hablando con Sara, pero era mejor así, no podía olvidar que había cosas más importantes en este momento.
La tía Eva nos dijo que nos lleváramos comida de allí sin problema, y que le dijéramos a papá que era el regalo más bonito que le habían hecho nunca. Así que los tres regresamos a casa, ¿tanta complicación para esto? Pensé, satisfecho de que el plan improvisado de Jorge había tenido un gran éxito.
Llegamos a casa, pero en lugar de preparar un baño para un padre que hacía meses nos había dejado, nos pusimos los pijamas para dormir, y cuando estábamos acostados, sonó repetidas veces el timbre en el piso de abajo. Bajé rápido las escaleras para ver quien llamaba a estas horas, y al abrir la puerta, allí me lo encontré, era el tío Claudio, y no traía buena cara.
-¿Abel?-Gritó mi tío con la cara que anteriormente yo mismo había descrito.
-No ha llegado todavía tío Claudio, por lo visto tiene que doblar turno y no sale hasta mañana-Contesté asustado.
-No pienso moverme de aquí hasta que no venga, ¿tienes café?-respondió, esta vez un poco más simpático.
El tío Claudio pasó toda la noche en el salón, viendo la tele, y durmiendo a ratos, Jorge y yo en cambio, estuvimos toda la noche sin pegar ojo, ahora sí que no había salida. La familia iba a enterarse de todo. Y querrían llevarse a mi hermana, porque aunque los 3 fuéramos mayorcitos, en mi familia eran demasiado protectores, y pensarían que no podemos cuidarnos nosotros solos, y mucho menos de una niña de 11 años.
Algunas veces sufrimos tanto que pensamos que las cosas no pueden empeorar, mentira, si que pueden ir peor, ya lo creo, llegué al punto de no querer seguir luchando, no era un infeliz que buscaba suicidarse, claro que no, pues tenía una familia muy buena, y por supuesto me quería a mi mismo (no todo el mundo se quiere), pero no me quedaban fuerzas suficientes para arreglar la situación e ir solucionando las cosas. Continuamente soñaba con un prado, yo caminaba y caminaba, notaba como me iba agotando, y quería tumbarme a descansar, pero Ángela y Jorge me empujaban, entonces pensaba “Si me empujan a continuar quiere decir que al final de este prado hay algo o alguien a quien debo encontrar, quizás mi padre”, pero no había nadie, y yo seguía andando sin sentido ni objetivo.
Dentro de apenas unas horas tenía mi última prueba, quizás después todo iría mejor, no lo sé.

jueves, 14 de abril de 2011

La historia de Daniela Treneib - Capítulo 6 "Desde el cielo"

Julio me dejó en la dirección de aquel sobre, un nombre, un número y una calle, ese era todo el contenido de la maldita carta. Se empeñó en acompañarme, tenia miedo de que algo malo me pudiera pasar, yo no quise, le dije que me esperara en la calle.
Llamé a la puerta, la curiosidad me mataba.
Una señora de avanzada edad, a modo de secretaria me abrió la puerta. Llevaba los dientes pintados y de paso algo los labios de un color rojo, muy rojo.
-Buenos días, pregunto por Don Ángel Silvent.
-Sí, eres Daniela ¿verdad? Pasa, pasa preciosa, has tardado mucho en venir, siéntate enseguida te atenderá.
-Emm, gracias.
Mientras esperaba pensé en como esa mujer sabía mi nombre y porque me hablaba como si me conociera, ¿me esperaban? ¿Porque?
De pronto se abrió una puerta y empezó a salir mucho humo de tabaco y como si de un mago de tratase salió de entre la "niebla" un hombre de unos 60 años, ni muy alto ni muy bajo, con traje de chaqueta azul a rallas y una corbata rosita que a mi gusto era demasiado corta.
-Hola Daniela, por fin pasas por aquí, había llegado a pensar que no habías recibido mi carta o que no querías venir, pero no quise poner muchos datos en su contenido, por si acaso, ya sabes.
No, no sabia, pensé.
-Hola, si, bueno lo siento, he estado liada.
-Tranquila, sé donde estabas, entra, entra.
Dude, pero ya estaba allí y era más fuerte mi creciente curiosidad que mi desconfianza.
-Sé que está perdida ahora mismo.- Comenzó. -Pero pronto sabrás él porque de tanto misterio, mejor siéntate.-carraspeó y empezó a hablar.
-Estas aquí porque yo conocía a tu tía bastante bien, hace muchos años en este mismo despacho la vi por primera vez. Yo le llevaba los papeles y cuentas cuando tan joven quedó viuda, nos enamoramos y durante años fuimos amantes. Nuestra romance terminó porque decidí seguir con mi mujer, ella lo llevó mal, trementamente mal, tanto que se aisló del mundo y se fue a vivir al campo, yo siempre la quise mucho y nunca la olvidé, pero tenia una mujer, hijos... no podía abandonarlos, no podía darle lo que ella pedía.
A pesar de esto nunca terminé de desvincularme de ella, al menos la convencí para seguir llevándole los papeles y de paso poder visitarla alguna vez. Cuando tú llegaste a su vida, ella vino a verme para pedirme dos cosas: que no volviera a visitarla más y un favor.
Ella sabia que su salud era endeble y vulnerable, así que cuando aceptó criarte, aceptó una hija y con ello una heredera.
Legalmente hay otros parientes lejanos que podrían serlo, pero ella dejo dicho y escrito que tú y solo tú fueras la heredera de todas sus pertenencias, su casa del campo y unos buenos ahorros que te darán para vivir un tiempo.

Mi boca no podía estar más abierta, era demasiada información. ¿Heredera? ¿Yo?
-Pe pe pero...
-Tranquila, yo te ayudaré con todo, empieza leyendo esto.- Y me dio el testamento de mi tía. Cuando terminé de leerlo no pude parar de llorar durante un largo rato, sólo mi tía volvió hacerme llorar después de tanto tiempo.

Al cabo de un mes ya estaba instalada en casa, miles de recuerdos inundaron mi mente, todo estaba exactamente igual que cuando me fui, era increíble, como si nunca hubiera pasado el tiempo.
Julio no quería que me fuera a vivir tan lejos y alejada, quería que me quedara en su casa, yo no acepté de ninguna manera, bastantes cosas tenia Julio encima.
Ada vino a visitarme al poco de instalarme, habían pasado 6 años desde la última vez que nos vimos, fue genial volver a verla, seguía tan espectacular y bella como siempre, solo que ahora en cuerpo de mujer. Recordamos en nuestro reencuentro el día de nuestra despedida en el orfanato, entonces dos niñas hicieron una promesa, una promesa que nos unió y nos unirá siempre, la de la amistad eterna, fuerte y leal.
Ella trabajaba de camarera en una pequeña cafetería miestras estudiaba, me consiguió trabajo allí. Julio me llevaba todos los días al trabajo, al poco me compre una motocicleta, no podía abusar de su buena disposición.

Todos los días cuando Julio terminaba de trabajar venia a verme, un día después de cenar Julio me dijo que necesitaba decirme algo.
-Daniela estoy enamorado de ti, desde que estas en mi vida he vuelto a ser feliz.

Julio ha sido mi primer "todo", nunca antes había sentido algo así por nadie, hasta hacia poco los hombres no tenían importancia para mí, no los necesitaba, pero a Julio sí, él era el único hombre que me hacia sentir, el único que despertaba en mi la necesidad de amar y de sentirme mujer.
Después de esas palabras no hicieron falta más, nuestras pieles se unieron y nuestros labios se juntaron, era la primera vez mi boca besaba otra, era la primera vez que mi cuerpo se estremecía de la forma más real y bonita que jamás antes había conocido.
-Yo también te amo.

Y así, con él, fue pasando el tiempo, tres años después, el mismo día que cumplí 21 años, la madre de Julio falleció de un cáncer fulminante, apesar de lo que nos dijeran los médicos nosotros sabíamos que su madre habia muerto de pena. La peor enfermedad que hay, el peor cáncer. Fue otro golpe duro, pero no inesperado.
Entonces decidimos vivir juntos, Julio estaba muy triste y fue lo mejor, le convencí para que fuera él quien se instalara en mi casa, no quería separarme de esas paredes, de la tierra, del silencio, del aire puro. Él complaciente siempre, aceptó.
La vida era genial, Julio y yo nunca hemos necesitado mucho para ser felices, la simple compañía del otro ya era suficiente. Creamos nuestro mundo. Nuestro.

Un día hubo una tormenta terrible, que se llevó parte del viejo y vencido tejado. La casa era grande y estaba dividida en dos parte, nosotros por suerte habituábamos a usar la parte que no sufrío daños a penas.
Al día siguiente con la mañana clara, en calma, Julio y yo desayunamos y se fue a trabajar, yo tenia el día libre, antes de irse me dijo:
-Cuando regrese, empezaremos a plantear la obra y en unos días estará solucionado. No te precupes amor. Adiós guapa, te quiero.

Cuando quede sola, accedí a la parte afectada de la casa, era una buhardilla grande llena de muebles y chismes viejos. Parte del tejado y un trozo de pared había caido dentro aplastando la gran mayoría de ellos. Fue entonces cuando lo vi.

viernes, 8 de abril de 2011

La historia de Daniela Treneib - Capítulo 5 "El abrazo del pasado"

Era libre, al día siguiente de mi cumpleaños "me soltaron". Antes de salir el director del centro me entregó un sobre con en el que se podía leer mi nombre completo, no llevaba remitente. Sólo una pequeña anotación al pie: Entregar al cumplir la mayoría de edad. El sobre estaba cerrado.

Se supone que cuando sales de un sitio así debe venir a recogerte tu familia, esperándote en la puerta para luego regalarte el mayor de los abrazos. En mi caso faltaron ambas cosas.
Era libre sí, pero ¿de qué manera?


Empecé a caminar sin rumbo ni meta. Decidí cruzar el solar que tantas horas contempló mi vista. Cuando llevaba un rato caminando sentí un ruido detrás de mí, era un motor, un sonido que mi mente recordaba a la perfección, era la vieja furgoneta de Tomás, pero al girarme no era él quien la conducía sino su hijo Julio. No le esperaba ya que semanas atrás avisé de mi salida a Tomás por carta, pero no obtuve ninguna respuesta, ya no esperaba a nadie, pero sin embargo ahí estaba su hijo, no se habían olvidado de mi, le conocía desde pequeña y sin embargo apenas sabia nada de él, pero allí estaba, sonriendo delante de mí con una bonita flor en la mano. Y sin pensarlo me abracé a él con la misma fuerza con la que antaño me había abrazado a su padre cuando mi tía se fué. Esta vez el cuerpo no era el de una niña, esta vez si sabia que pasaba, pero tuve la misma sensación de soledad, tristeza y vacío que cuando era niña.
Julio me contó que su padre había muerto hacia unos meses de un infarto, me sentí mal y angustiada, al fin y al cabo Tomás era lo único que me quedaba de mi pasado.
La madre de Julio estaba enferma desde entonces y se pasaba las horas encerrada en su habitación viendo fotos del pasado y llorando sin parar. Se alegró de verme, pero tan pronto como me saludó, regresó a su cuarto.
Julio lo estaba pasando realmente mal, todo esto era demasiado para él, sólo tenia 20 años una madre enferma que cuidar y un pequeño negocio como herencia que llevar.
Me preparó una habitación y allí me instalé, prometiendo que en seguida encontrase un trabajo me iría de allí, Julio parecía no tener ganas de que ese momento llegase.

Julio era un muchacho alto y bien fornido de tantas horas cargando y descargando la furgoneta de trabajo. Sus ojos oscuros, casi negros, pero realmente bonitos y expresivos. Sus labios eran carnosos. No se reía mucho era más bien callado y tímido, pero cuando reía tenía una sonrisa preciosa que dejaba asomar dos pequeños hoyuelos que la hacían más bonita aún.

Con todo el lío del nuevo cambio olvidé por completo la carta misteriosa, pero había llegado el momento de abrirla, no me imaginaba que podía contener, pero dentro de mí sentia que de alguna manera en ese sobre estaba la siguiente parada del tren de mi vida.

Portada

lunes, 4 de abril de 2011

La Historia de Gonzalo 5º Capítulo "Un regalo ideal"


Dicen que el tiempo todo lo cura, y hasta hace relativamente poco, yo pensaba lo mismo.
He tenido novias, como todo el mundo a mi edad, pero han sido siempre amores pasajeros que culminaban con un abrazo y a veces incluso hasta con una bonita amistad, por lo que deduzco que nunca ninguna chica había estado locamente enamorada de mí, y por consiguiente yo tampoco había amado a nadie. Puedo entonces dar gracias, supongo, por no haber sufrido, al menos en el ámbito de amor. Por lo cual, el tiempo no ha tenido mucho que curar en lo que a amores se refiere. Y por el momento tampoco me apetecía saber lo que es enamorarse ni querer a una chica, no quiero más dolor, estoy servido, gracias. Además, dicen también que no puede echarse de menos algo que nunca has tenido, otro dicho popular y creo que más cierto que el anterior.
También la marcha de mama fue una palo bastante duro, el peor para nosotros sin contar este último, aunque más bien lo que me dolía no era la distancia, sino la indiferencia mostrada hacia mis hermanos, ni una visita, ni una sola llamada, ni una pizca de interés por saber de sus vidas en 5 años, por supuesto a mí tampoco me hacía caso, pero eso ya me daba igual, quería a mi madre porque era mi madre, pero única y exclusivamente por eso, los años de llorar por su trato hacía mi ya habían pasado, y todo eso ya no dolía, así que esa pena también el tiempo se la llevó para convertirla en simple rencor, de eso, la verdad sea dicha, me sobraba.
Lo que nada ni nadie lograba tan siquiera sosegar, era el dolor que sentía desde que mi padre decidió marcharse quién sabe dónde, cada mañana, al abrir los ojos, sentía un dolor en el pecho, como pinchacitos pequeñitos, pero que seguían constantes las 24 horas del día, llegó un punto que sentí pena de mi mismo por la situación que estaba pasando , y sinceramente creo que me equivocaba antes al decir que no había amado a nadie, sí que lo había hecho, por supuesto no de la manera que se puede amar a una novia, pero sí de la manera más pura, más fuerte y más franca que lo había hecho en toda mi vida.
Y acabado mi pequeño pero sincero desahogo, continuaré con mi historia…
A falta de tan sólo un examen y con todos los demás aprobados, con medias altísimas, he de decirlo, ya estaba muy cerca el momento de mi graduación, aunque evidentemente no era el título lo que realmente me importaba (al menos no por el momento), sino aquel papelito del cajón del recibidor, realmente era una tortura pasar por delante de él sin abrirlo, me daban hasta sudores fríos, creo que hasta escuchaba de vez en cuando como el papelito, por sí mismo, se movía, luchando por salir de ese oscuro cajón, para después salir corriendo hacía el teléfono y marcar el número con el objetivo de descubrir quién era esa persona misteriosa, pero hasta el día de hoy, según los científicos más inteligentes del planeta, creo que ningún trocito de folio tiene vida propia.
A Jorge también le estaba yendo de maravilla su tercer año de carrera, no lo había contado, pero quería ser profesor de educación física, supongo que no os habrá extrañado, es bastante predecible teniendo en cuenta que su mayor devoción era el deporte. Sus notas no eran nada envidiables pero sí bastante admirables teniendo en cuenta la situación, yo diría que ya estaba empezando a hacerse a la idea, en sus ojos siempre pude ver su estado de ánimo, sus preocupaciones, sus deseos, y eso a él le inquietaba desde que éramos muy pequeños porque más de una vez no le hacía falta hablarme para que yo, casi palabra por palabra, le contara lo que él pretendía decirme, y muy pocas veces me equivocaba, mi hermano siempre fue tan valiente, tan fuerte, tan…diferente a mí.
Ángela no había mejorado, pero por suerte para nosotros tampoco había empeorado, sus travesuras en el colegio se convirtieron en algo habitual, pero no volvió a pegarle a nadie, creo que eso jamás se lo perdonaría a sí misma, en casa, por el contrario, no hacía nada, en realidad no se que era mejor, porque se pasaba las horas en su habitación, en total silencio, de vez en cuando incluso la llamaba a voces desde el piso de abajo para comprobar que seguía allí.
-Siiiiiiii, sigo aquí tete, no hace falta que me preguntes cada 10 minutos-me decía cansada.
Mañana era el gran día, o el temido día mejor dicho, el cumpleaños de la tía Eva (nota importante: Eva era hermana de papá, sólo teníamos relación con nuestra familia paterna, ya que la familia de mamá vivía en el extranjero, pero nos llamaban de vez en cuando para saber de nosotros, y sólo los veíamos en algunas de nuestras vacaciones de verano).
Decidí echarle valor al asunto e ir al centro comercial, así que comenté mis planes a mis hermanos, que aceptaron a desgana y se vistieron para después subirse al coche. Les dije que teníamos que comprar un buen regalo a nuestra tía, pero mi objetivo real era estar tiempo juntos, fuera de casa quiero decir. Así que arranqué mi Renault y me dispuse a coger la autovía para llegar a nuestro destino.
Una vez allí recorrimos decenas de tiendas buscando el regalo apropiado, y comprando algún que otro caprichito para nosotros, ya que hacía tiempo que no lo hacíamos, Jorge me miraba asombrado cada vez que “malgastaba” en tonterías, pues siempre fui muy ahorrador y práctico, lo que no sabía mi hermano era de la existencia de una maleta llena de millones de euros, de ahí mi despreocupación.
Por fin en una tienda de antigüedades encontramos el regalo perfecto, un gramófono precioso, para el que no sabe de antigüedades, sirve para reproducir discos antiguos, de los que la tía los tenía a montones, nada más verlo los 3 supimos que era el regalo acertado.
Cuando terminamos de comprar, comimos y más tarde regresamos cansados a casa, Jorge y yo, nos pasaríamos toda la noche ideando la mentira que contaríamos a nuestra familia, podríamos decir que estaba en alguna de sus misiones, pero el tío Claudio estaba al tanto de todas las salidas de papá…¿Qué podíamos decir? Si por otro lado fingíamos que tenía un virus o cualquier otro tipo de enfermedad, ya sea grave o no, sería la Abuela Ana la que vendría corriendo a cuidarle...ya no me encontraba tan alegre como me había sentido tan sólo hacía unas horas con mis dos hermanos paseando y charlando, lo que en realidad estaba era muy asustado y por los ojos de mi hermano, se sentía exactamente igual que yo.

viernes, 1 de abril de 2011

La historia de Daniela Treneib - Capítulo 4 - El Reformatorio (2ºparte)

Después ruido, dolor y oscuridad, me taparon lo ojos no pude ver lo que le hicieron a Cris, pero si sentí su dolor con los gritos de agonía que resonaron en mis tímpanos, mi castigo fue aguantar su sufrimiento con la peor de las impotencias, con rabia. Despertó dentro de mi un odio enorme, desconocido para mí hasta entonces, un odio de venganza.
No les pasó nada, NADA, nada... unas semanas de castigo y poco más. Parecía como si hasta los profesores aceptasen ese castigo para Cris, como si lo mereciese por ser como era, Cris pasó unas semanas en el hospital, luego regresó, como si nada, con una pequeña cojera que ya arrastraría toda su vida. Pero en sus ojos había más tristeza, más dolor que sumar a su lista.
Después de lo de Cris mi actitud cambió, dejé de estar al margen, dejé de mirar para otro lado.
En poco tiempo aprendí que la gente que no te importa es fácil de manipular, ya que no hay sentimientos de por medio y así es más sencillo. Sólo tienes que decir lo que quieren oir en el momento oportuno. Rápidamente me dí cuenta que la gran mayoría de personas están vacías, apenas tienen ideas propias y sus sentimientos son muy básicos, éstos son más fáciles de controlar.
Yo expresaba claramente mis desacuerdos con ciertos tratos de los tutores y con las injusticias, ya no callaba y por ello pasaba alguna noche en la "parte oscura", una pequeña habitación de castigo, vacía a excepción de una pequeña Biblia, "para recapacitar" decían, jamás la abrí.
De vez en cuando montaba alguna que otra revuelta casi siempre por alguna causa justificada o por aburrimiento. Le dí más de un calentamiento de cabeza a los profesores y tutores.
Al cabo de unos meses me hice con el sitio, dejé de ser anónima, dejé de ser una más, era la "Bicha", así me llamaban, me pusieron este mote por el motivo mayor de mi ingreso allí, el suceso con Alicia y los bichitos. Sinceramente este seudónimo no me gustaba, pero no se trataba de eso, cuando en sitios así te ponen un sobrenombre es porque de alguna manera destacas sobre los demás, para bien o para mal. Y yo destacaba.
Así fue pasando el tiempo, años de revueltas, gritos, castigos, peleas... Entretenido y rápido, fue la única forma que encontré de sobrevivir allí de la mejor manera posible, cuando estas ocupado el tiempo pasa más deprisa.
El último año cuando estaba a punto de cumplir la mayoría de edad y salir de aquel sitio, conseguí que cada uno de los que habían participado en la brutal paliza a Cris, recibieran su merecido, cuando regresaron del hospital, yo ya no estaba en aquel sitio. Me imaginé sus caras, lobos hambrientos en busca de su presa, una presa que ya nunca comerían.

jueves, 31 de marzo de 2011

La Historia de Gonzalo 4ºCapítulo "Sucesión de sorpresas"



La semana posterior a la marcha de papá no fue tan difícil como habíamos esperado, no quiero decir con esto que no lo echáramos de menos, pero creo que en el fondo creíamos, o más bien queríamos creer, que era otro de sus viajes de trabajo, mi padre era un importante guardia civil, su cargo era el de Teniente General, siempre le entusiasmó su trabajo y eso se demostraba por la cantidad de medallas que había conseguido en su larga trayectoria, el único inconveniente para él era el hecho de ser bastante conocido. Además gracias a ser padre “divorciado” no lo destinaron nunca fuera de Asturias, de lo que jamás se escapaba era de las misiones que realizaban en el extranjero. Esos días, semanas y a veces incluso meses, lo pasábamos bastante mal, Jorge se tiraba las horas metiéndose en internet por si había novedades de los misioneros enviados desde España, Ángela con su calendario tachaba los días que le faltaban para abrazar a papa y yo…realmente no era yo cuando él no estaba a mi lado.
Aprovechando los días libres que Rafael me había dado (por supuesto fui yo quién se los pedí, de él jamás saldría que un empleado se tomara un descanso), seguí con mis últimos exámenes, no podía creerlo, casi estaba cumpliendo el sueño de mi vida, ser licenciado en medicina (con especialidad en cirugía)…la idea hace unos meses me ponía los pelos de gallina, pero ahora ya no me causaba la misma alegría, ni por asomo. Todo lo ocurrido en nuestro día a día culminaba con la misma afirmación: No es lo mismo sin papá.
A Jorge lo llamaron de un equipo de baloncesto que no era muy conocido que digamos, pero pagaban una pasta gansa por pertenecer al equipo, Jorge lo rechazó sin apenas pensar, alegando que ese equipo no le gustaba y además jugaban fatal, pero los dos sabíamos que solo seguía el consejo de nuestro padre, primero debía terminar sus estudios.
Ángela, ella era quién nos preocupaba de verdad, en tan sólo 8 días que habían pasado tras la “marcha” de papa, la profesora nos hizo ir dos veces, la primera la consideramos una tontería de cualquier niña de 11 años, por lo visto no quiso salir a resolver un ejercicio a la pizarra, y el motivo, según ella, fue, que no le apetecía, por lo que la profesora no se lo tomó nada bien, la segunda visita, esa si fue horrible, nosotros pensamos todo el rato que hablaba de otra chica, resulta que nuestra hermanita, que siempre había sido tan buena, le había pegado una brutal paliza a Cristian, un niño mayor que ella, pues le dio tantos golpes que cuando vinieron sus padres a recogerlo se echaron a llorar, por su parte nuestra hermana, no tenía ni un solo rasguño. En el fondo Jorge estaba orgulloso de que se defendiera ella sola, pero a mí no me hacía ninguna gracia. La profesora se enfadó aun más cuando le dije que mi padre no podía venir. Por el momento queríamos guardar el secreto, porque de ningún modo íbamos a permitir que nos separaran también de nuestra hermana, puesto que era la única menor de edad.
Al llegar a casa, después de la charla con la señora Rita (profesora dela niña), me di cuenta de que me correspondía a mi imponerle el castigo a Ángela, y tras mucho pensar recordé que mamá siempre escribía un diario, así que puse la habitación patas arriba con la esperanza de encontrarlo, seguro que me daría alguna idea, incluso a lo mejor escribía los castigos que nos había puesto a Jorge y a mí en nuestras fechorías. En el altillo del armario encontré una caja, bastante grande, de piel y de color marrón oscuro, la bajé y la coloqué en la cama, esperé unos segundos, cogí aire y por fin la abrí, pensando encontrar fotos o algún que otro recuerdo…me sorprendí al ver que lo que contenía la caja, cientos de billetes…casi me caí de espaldas, los había de 50, 100, 200, y hasta de 500 euros…no podía creerlo, siempre vivimos de maravilla, asistiendo a los mejores colegios, llevando las mejores ropas, pero papá nos había echó creer que gastaba todo su sueldo precisamente en que viviéramos como una familia bien avenida, sin permitir tampoco que fuéramos mantenidos por él, siempre solía decir: Ninguna familia se sostiene si no colaboran todos los miembros, tanto sentimental como económicamente.
Dejé la maleta dónde la encontré, se me estaban juntando demasiadas preocupaciones así que decidí posponer este “altercado” por unos días al menos.
La preocupación volvió a apoderarse de mi cuando recordé que el cumpleaños de una tía nuestra, Eva, estaba acercándose, y mi familia era de aquellas que se tomaban esta clase de acontecimientos bastante enserio, si falta alguien a alguna fiesta ha de tener un gran motivo, pero bueno, decidí centrarme en estas últimas semanas de exámenes y ya pensaría algo para todo lo que se avecinaba.

lunes, 21 de marzo de 2011

La historia de Daniela Treneib - Capítulo 3 - El Reformatorio (1ºparte)



El reformatorio, re-for-ma-to-rio. Curiosamente lo que menos me gustaba de aquel sitio era su nombre.
Entré en aquel lugar con una bonita lista de cosas malas que una niña no debe hacer, entre otras cosas robo y agresión. Esos cerdos manipuladores mintieron de lo lindo para poder deshacerse de mí.
Recuerdo que sentí estupor cuando entré por esa gran puerta, y es que la fealdad de aquel edificio impresionaba.
El centro (así lo llamábamos) estaba dividido en dos zonas, femenina y masculina, sólo en algunas actividades y en los tiempos libres nos juntaban con los chicos.
Las habitaciones estaban compuestas por dos literas, un par de armarios y alguna silla. Tuve suerte, la habitación 87A tenía vistas al solar, por lo menos no tenia que despertar cada mañana viendo aquel grisáceo edificio.
A las únicas personas que escribí para informar de mi nuevo cambio fueron Tomás y su familia y a mi amiga Ada, tampoco había nadie más.
Con Ada me escribía habitualmente. Tomás y su mujer, y a veces su hijo Julio venían a visitarme, agradecía de verdad cada visita, pero no llegué a decirlo nunca.
Nada más llegar me dieron lo que sería mi segunda piel durante los siguientes años, un uniforme, gris, para no desentonar con la armonía del sitio.
Mis compañeras de habitación no eran malas del todo, por lo menos no conmigo, Susi, Nieves y Reme.
Al principio pasaba desapercibida, era una más, tenia que morderme la lengua a menudo callando ante injusticias tremendas tanto de alumnos como de profesores, pero no iba conmigo, no tenia porque interceder, no quería más líos. Pero como todo en mi vida eso empezó a cambiar.
En los eternos años que allí pasé, conocí a muchas personas, la mayoría no merecen ni una sola línea, pero de entre todos destacó para mi Cristóbal, o como al él le gustaba que le llamasen: Cris. Era un chico amanerado, dulce, servicial, sensible y sobretodo buen conversador.
Hicimos buenas migas desde el momento que coincidimos por primera vez, a pesar de su fragilidad, era un chico valiente, no le importaba mostrar lo que era y no usaba tapaderas, aunque su tendencia sexual le causaba problemas en más de una ocasión.
Usábamos cualquier momento libre para estar juntos. Encontramos un lugar tranquilo semi escondido donde solo había chismes y se podía acceder por una ventana, era nuestra guarida, allí nos echábamos algún cigarrillo que conseguíamos de vez en cuando y charlábamos tranquilamente. Él era diferente, siempre se reía de sí mismo, aparentaba más edad de la que tenía tanto por dentro como por fuera, había tenido una vida dura, pero a pesar de eso, siempre me hacía reír. Era un buen amigo.
Ocurrió un domingo, Cris y yo acabábamos de entrar a nuestra guarida, cuando oímos voces cercanas, estaban entrando a nuestro escondite. Cris y yo nos escondimos detrás de un viejo colchón. Eran cuatro, todos chicos, llevaban tiempo con ganas de pillar a Cris y nos habían seguido.

sábado, 19 de marzo de 2011

La Historia de Gonzalo 3er Capítulo "El parque"


Al salir de la pizzería, seguimos caminando cabizbajos durante al menos 1 kilómetro, deteniéndonos los tres en el mismo punto, y observando todos el mismo lugar, aquel parque…Papá nos había llevado allí desde que mi mente recordaba, observamos el quiosco de las chucherías de la señora Josefina, el gran lago, el almendro del columpio…todo parecía igual que siempre, incluso me atrevería a decir que por ese lago paseaban los mismos patos de antaño, pero faltaba papá, ahora entendía porque mi hermano Jorge dijo que se había acabado cuando leyó la nota, por supuesto que se había acabado, toda nuestra felicidad había llegado a su fin, y costaría años volver a recuperar una pizca de alegría…
Pasadas unas horas, después de mirar y mirar “nuestro “parque sin intercambiar ninguno de nosotros ni una palabra, regresamos a casa, que curiosamente tampoco parecía la misma, que sensación tan extraña y tan melancólica al mismo tiempo, por un momento escuché la voz de papa: ¿Dónde estabais metidos pequeños?, pero solo fue mi cruel imaginación, hasta ella quería hacerme daño.
Acostamos a Ángela, que fingió dormirse (pero todos sabíamos que esa noche nadie dormiría), y seguidamente sin saber porqué fui corriendo hacia el primer cajón del recibidor, mi hermano como leyéndome el pensamiento corrió hacia el teléfono que se encontraba en el salón y me lo puso en la mano, marqué los números con nerviosismo, y cuando solo faltaba pulsar la tecla de llamada, dejé el teléfono en su sitio…
-¿Qué diablos haces Gonzalo? Dijo mi hermano, más asustado que enfadado
-Papá me dijo que llamara cuando terminara mi carrera y aún quedan 3 semanas, creo que deberíamos esperar.
-¿Qué estás diciendo? Marca el maldito número, quizá sea el de mamá. Dijo mi hermano, esta vez pareciendo enfurruñado.
Pero en esta historia yo tenía dos cosas bastante claras: la primera era que papá no nos cambiaría por nada del mundo y mucho menos por mamá, y la segunda es que la persona que se escondía detrás de ese número, no sólo quería ofrecerme trabajo.

viernes, 18 de marzo de 2011

La historia de Daniela Treneib - Capítulo 2 - El comienzo del averno



Tomás llegó pitando en su mugrienta furgoneta como siempre. Salí corriendo y sin decir nada le abrace, como el que se agarra al borde de un precipicio para no caer al vacío, Tomás desconcertado me aparto tiernamente y me preguntó porque lloraba, realmente ni yo lo sabia, solo tenia miedo y me sentía sola, quería ver a mi tía y volver a nuestra rutina, sólo eso.
Tomás se encargo de todo una vez se entero que había pasado con mi tía, estuve con él, su mujer y su hijo Julio unos días hasta que los servicios sociales se hicieron cargo de mi. Recuerdo como si fuera hoy el día que me dijo que mi tía no volvería más, llore, llore y llore tanto que mis ojos se secaron para siempre, ese día mi corazón empezó a endurecer, era solo el comienzo de la roca que hoy tengo dentro de mi.
Me llevaron a un orfanato en el centro de la ciudad, al principio fue raro, apenas había tenido contacto con la gente y de repente vivía en un gran caserón rodeada de personas hasta para dormir.
En el orfanato no me fue mal del todo, hice una amiga, que hoy día sigue siéndolo, Ada, vanidosa y presumida,( y es que era y es guapa a rabiar) pero con una lealtad infinita y un buen corazón. Los profesores eran duros y la mayoría tenían las manos largas, pero no nos trataban mal del todo. La comida era asquerosa, eso sí.

Cuando estaba a punto de cumplir tres años en el orfanato me adoptó una familia, todo el mundo me dio la enhorabuena, Ada lloro bastante, yo no entendía ni una cosa ni la otra, al fin y al cabo era otro cambio más y no tenia demasiadas ganas.
Marcelo y María fueron mis padres adoptivos, y Alicia mi hermana política, y digo fueron porque solo estuve con ellos apenas dos años, Alicia me odio desde el primer día, ella tenía 13 años entonces, era mala, algo rellenita y poco agraciada la verdad, tenia el pelo como una bombona de butano y las orejas grandes y separadísimas. Siempre hacia trastadas y me echaba la culpa después, Marcelo me regalaba casi todas las semanas un par de palizas por su culpa.
Un día nos mandaron a comprar, cuando estábamos en la tienda, el dependiente tranquilo por la confianza que nos tenia entró un segundo al almacén, en ese momento y sin tiempo de reaccionar Alicia alargo su rechoncho cuerpo y cogió 5.000 ptas de la caja que el tendero había dejado entreabierta. Cuando salió nos despacho sin notar nada y salimos hacia casa, al llegar, María hablaba por teléfono, estaba roja, rojísima, al colgar nos pregunto por el dinero y Alicia sin darme tiempo reaccionar empezó a llorar y me culpó, lo negué, pero entonces metió la mano en mi abrigo y saco el dinero.
Estuve varios días sin poder ir al colegio, los suficientes para que los moratones desapareciesen, aunque lleve bastante más tiempo el brazo escayolado. El padre de la “bruja zanahoria” era un bestia.
No me queje, no llore, nunca dije que fue Alicia quien robo el dinero.
Una madrugada me levanté en silencio, debajo de la cama algo me esperaba, un bote de cristal guardaba unas 40 garrapatas y bastantes pulgas, en otro bote había pegamento extra fuerte. Entré en la habitación de Alicia, los bichos hicieron su trabajo en su cuerpo y el pegamento hizo el suyo en su pelo. Esa noche después de mucho tiempo me dormí sonriendo, aunque estuvo mucho mejor aquel despertar con los gritos de dolor de Alicia. Mereció la pena volver a llevar unos meses más la escayola.
Dos días después iba de camino a un reformatorio. Sonreía de nuevo.

Ángela

jueves, 17 de marzo de 2011

La Historia de Gonzalo 2º Capítulo "La marcha del ángel"


-Se acabó, me dijo mi hermano con un tono deprimente.
Esa noche, fue Jorge quien recogió a mi hermana de sus clases semanales de pintura (era una niña muy creativa y se le daba genial cualquier tipo de manualidad), cuando llegaron a casa encontraron una nota de Papa: "Queridos hijos míos, con todo el dolor de mi corazón he de deciros que me marcho, voy a buscar a vuestra madre, yo también tengo derecho a ser feliz, y he pasado toda mi vida luchando por los demás y aunque no me arrepiento, necesito tener tranquilidad. Gonzalo, en el primer cajón del recibidor hay un número de teléfono, cuando termines tus exámenes y por fin te gradúes llama, esa persona te guiará y ayudará a terminar de formarte. Jorge, me gusta mucho que sé té de bien el baloncesto pero céntrate en tu carrera, es muy difícil llegar lejos en cualquier deporte. Ángela, cielo mío, a ti no hace falta que te diga nada, siempre supiste cuidarte solita (aunque tus hermanos insistan en mimarte, para ellos siempre serás la pequeña.)
Eso es todo chicos, os quiero con locura, aunque esta situación no lo demuestre, ya me entenderéis algún día. Cuando os haga falta un empujoncito, ya sabéis, mirad al cielo... la estrella que más brille... ese es Papa. Fdo: Abel"

-Esto no lo ha escrito Papá, dije seguro de mí mismo.
-¿Ah no? Va Gonzalo no seas incrédulo, ves lo que dice del cielo y todo eso, es Papá, está claro, dijo mi hermano.
Entonces le dije a Rafael (mi jefe) que en ese momento estaba jugando con mi hermana a su interminable lucha de pulgares, que tenía que irme, empezó a dar gritos en Italiano (siempre lo hacía cuando algo no le gustaba, aunque pensándolo bien, también gritaba cuando algo le gustaba), pero ni me inmuté, dejé mi delantal en la taquilla, y los tres salimos por la puerta, muy decididos, como si supiéramos exactamente qué hacer... pero en el fondo nuestros corazones no podían sentirse más perdidos...

lunes, 14 de marzo de 2011

La historia de Gonzalo Da Silva 1º capítulo

Mi nombre es Gonzalo Da Silva, tengo 30 años, y una historia que al resto de la humanidad puede parecer una historia completamente normal, sin embargo para mí es de lo más peculiar.
Nací en España, en la provincia de Asturias, y viví allí durante casi toda mi vida con mis padres Abel y Rosa, como el mayor de 3 hermanos. Pues bien, todo comienzo cuando cumplí 18 años y mi madre anunció (y lo digo literalmente porque lo hizo delante de toda mi familia en la gran fiesta celebrada en honor de mi mayoría de edad) que estaba harta y deprimida de su vida tan monótona y que se marchaba a buscar su propia felicidad. Ese mismo día cogió su maleta azul a rayas vainilla, besó a mi hermana Ángela (6 años), luego dio otro beso a mi hermano Jorge (15 años) y se dirigió hacia mí, propinándome un palito en la espalda. Nunca me trató como a ellos, siempre pensó que mi nacimiento fue el motivo principal del fin de su carrera artística (era una gran estrella, ya me centraré en ella cuando sea el momento. A pesar de su trato indiferente hacia mí, no me di cuenta de lo egoísta que podía llegar a ser hasta ese día.
Gracias a mi padre, todo fue sobre ruedas, yo seguí con mi carrera recién empezada y haciendo algunas horas extras en la pizzería de la esquina, y mis hermanos fueron muy bien atendidos por mi buen padre.
Lo que parecía ser la típica historia de una madre soñadora que deja a sus hijos con su padre y el sólo se encarga de los niños, cambió una noche, cuando yo tenía 23 años, estaba en la recta final de exámenes pero nos hacía falta el dinero y yo estaba en la pizzería doblando turno (mi padre estaba en contra de que yo trabajara tantas horas. Esa noche aparecieron mis hermanos, muchas veces venían a cenar conmigo, sobre todo cuando Papá estaba fatigado para ponerse a hacer cenas después del trabajo, mi pequeña Ángela vino corriendo alegre hacia mí, pero la cara de Jorge expresaba un sentimiento totalmente diferente.

Lorena

La historia de Daniela Treneib Seliva 1º capitulo

Yo soy Daniela Treneib Seliva y tengo 29 años. Siempre he pensado que todos los secretos se parecen, hasta que conocí el mío, pero para contarlo tengo que relatar primero mi historia:
Nací en Francia en un pequeño pueblo llamado Monpazier, hace poco que yo misma supe esto, ya que cuando solo tenia 2 años me llevaron a España, y ningún recuerdo me quedo de mi tierra natal, siempre he tenido mala memoria, pero en este caso alguien se encargo de que nunca recordara esto y mi memoria borró Monpazier, hasta hoy.
Empecemos por España, por lo que mi memoria sí recuerda.
Nunca conocí a mis padres, creo que no tengo hermanos, por familia solo conocí a mi tía Marisa, ella me crió hasta los 9 años, y me hubiera cuidado toda su vida, esa mujer me quiso de verdad, pero soportaba desde hacia tiempo una fuerte enfermedad, y el invierno de 1990 se la llevo y con ella mi felicidad, mi estabilidad y mi única familia, todo se hizo gris, una gran pausa inundó mi vida.
Vivíamos en una finca lejos de todo, no teníamos mucha relación con el mundo exterior, así que estuve ajena para el mundo dos días, hasta que vinieron por mi y así empezó mi Odisea particular.
Tomás era un repartidor que venia cada semana para aprovisionarnos de víveres y otros suministros, era un hombre sencillo y simple, bastante bajito y un poco barrigón, tenia la cara tan redonda como una perfecta circunferencia y una gran nariz que siempre estaba roja.
Esa mañana Tomás pasó por nuestra finca como habitualmente, yo seguía esperando a mi tía, era incapaz de imaginarme que había muerto, esa idea nunca se pasó por mi cabeza hasta el momento que me dieron la noticia, no sabia que podía haber pasado, pero sabia que mi tía no me dejaría sola, me equivocaba. Supongo que es esa esencia que tienen los niños, la inocencia.

Ángela

Entren, entren, Bienvenidos

Antes de nada, decir que estamos empezando con esto del blog y aún estamos verdes, pero intentaremos hacerlo lo mejor posible.

La creación de este blog empieza de una idea, la de escribir una historia.
Empezamos hoy, Ángela escribe una, Lorena otra. Quizá algún día sean paralelas, ¿Quién sabe?

Esperemos que os guste y nos sigáis.

Lorena & Ángela