miércoles, 11 de mayo de 2011

La Historia de Gonzalo 8º Capítulo "Un dia poco corriente"


Las siguientes semanas, no me fueron nada mal, seguí aprendiendo mucho en mi trabajo con el señor Lito, y con Sara parecía que la cosa iba bastante enserio, mis hermanos la conocieron, a Ángela le encantaba pasar ratos con ella, era como la hermana que siempre quiso tener, mi novia (todavía me sonaba raro llamarla de ese modo), la maquillaba, le traía ropa de cuando era pequeña, la ayudaba con los deberes (tanto, que sus notas mejoraron notablemente), se podría decir que tenían una relación perfecta. Sin embargo mi hermano Jorge no lograba ver lo mismo que nosotros veíamos en Sara, simplemente no le gustaba, y aunque su relación era cordial, no pasaba del saludo, y sinceramente eso me entristecía bastante. Siempre he necesitado su visto bueno, y de momento con mi chica, no lo tenía.
Podría decirse que mi vida comenzaba a ir bien, o mejor dicho, comenzaba a ir “normal”, si por supuesto descartamos la maleta de dinero y el “abandono” de mi padre.
El tío Claudio nos ayudaba todos los días, y se pasaba las horas haciendo llamadas para averiguar el paradero de su hermano. Llamó a mi madre (cosa que hasta ahora no nos habíamos atrevido a hacer) pero nunca cogía el teléfono.
Pues bien, hasta el momento, como he dicho antes, la cosa iba normal…hasta ese día.
Regresé al trabajo después de comer en un italiano que a Sara le encantaba, me senté en mi mesa, justo delante de la puerta, lo que todo el mundo llama recepción, y de repente entro por la puerta una chica joven (algún año menos que yo, al menos dos diría yo), era alta, pero no demasiado, y delgada…eso es todo lo que pude ver, pues entró al despacho de Lito sin tan siquiera saludar, iba echa una furia, pensé que sería otra de estas modelos a las que su representante promete demasiado para luego no cumplir ni la mitad y sacarles el dinero, mi jefe había resuelto varios casos de este tipo.
Pasaron unos minutos, en los que no se oía nada, y de repente escuche como la chica iba alzando progresivamente el tono de voz.
-Exijo respuestas, no me iré de aquí sin ellas ¿entiende?-Gritaba
-Señorita no creo que este sea el momento ni el lugar para eso, le ruego que se marche-Intentaba calmar mi jefe.
Modelo no sé si sería la chica, pero con su representante no era el enfado, desde luego que no, estaba cabreada con el señor Lito ¿Pero porqué? Mi jefe no parecía de aquellos tipos que se meten en líos, y dada su perfecta relación con su esposa, tampoco creo que fuera ninguna amante secreta.
A los pocos minutos, la chica “modelo” salió a toda pastilla.
-Adiós, disculpe las molestias, no suelo comportarme así habitualmente-Me dijo mientras salía sin tan siquiera girarse.
-No se preocupe señorita, ¿Necesita algo?-Pregunté.
Se paró-No gracias, y lo siento, de verdad-Me dijo, todavía entre sollozos.
Y justo cuando iba a salir, tropezó, cayendo con las dos rodillas en el suelo, y tirando mogollón de papeles que llevaba en la mano. Me apresure a levantarme para ayudarla, pero aparentemente estaba bien, pues estaba recogiendo del suelo todos los papeles, y procedí a ayudarla, habían cientos de cartas y también muchas fotos, sin querer la miré, y ella aparto la vista, sus ojos tenían algo que nunca antes había visto, no era el color y la forma, que por supuesto eran preciosos, sino lo que expresaban…era como si expresaran, aunque suene estúpido, lo mismo que los míos. Por un momento me olvidé de Sara, en pocos segundos me imaginaba con aquella chica guapa caminando de la mano, abrazándola, consolándola, como una buena amiga…Todo era fantasía, estaba claro que no acostumbraba a tratar con mujeres de mi misma edad, un poco de contacto con el otro sexo y mi imaginación se disparaba. Con mi novia no me pasaba eso, ella digamos que era, como más pequeña que yo, pero no más infantil, que va, ella tenía las cosas bien claras y era muy inteligente, lo que pasa es que no me daba vergüenza hablar con ella, me sentía, aunque suene ególatra, superior a ella mentalmente.
Nos pusimos en pie, y mientras le devolvía los papeles no pude evitar mirar la foto que predominaba el montón que sujetaban mis manos.
-No puede ser...este hombre… ¿De qué conoces a este hombre?-Pregunté, señalando en la foto a mi tío Claudio.
-No lo se, debe ser un error, aunque lo cierto es que no conozco a nadie-Me dijo, ya más calmada.
-Este es mi tío Claudio, estoy seguro-Respondí
Me quito el montón de las manos y se apresuró a irse.
-Adiós, y gracias-Dijo, al mismo tiempo que se marchaba.
-Espera, no te vayas así, tiene que haber una explicación-Le dije casi suplicando.
-Pues pídesela a tu jefe, el sí puede dártela-Contestó enfurecida.
-Oye, una cosa más, dime al menos cuál es tu nombre-Dije casi gritando, ya que se encontraba bastante lejos.
-Me llamo Daniela, Daniela Treneib-Me contestó sonriendo a la par que se giraba y me dedicaba una sonrisa.

viernes, 6 de mayo de 2011

La historia de Daniela Treneib - Capítulo 7 "Fotografías"

No sabía bien que era desde la distancia, pero algo importante debía contener. Era una caja fuerte muy antigua y extraña, al parecer debía llevar mucho tiempo incrustada en pared ahora ya vencida por la tormenta.
Estaba abierta, rota, tirada en el suelo, mirándome. De repente mi corazón empezó a latir al son de un raro nerviosismo que entonces no entendí.
Dentro de la caja había solo recuerdos a simple vista, fotos viejas, cartas, algunas joyas y una llave dorada cogida a un cordel de plata. Entonces, sentada bajo la luz clara del día que entraba por el tejado inexistente empecé con las fotos, las primeras eran de la infancia de mi tía, cumpleaños rodeados de gente que yo no conocía. Luego había varias de lo que parecía una ciudad extranjera, paisajes y monumentos bellos. En algunas salía solo mi tía. Y al poco salía abrazada a un hombre, rápidamente reconocí aquel perfil, era el de Ángel, amantes escondidos en una ciudad lejana. Se les veía felices, sentí pena.
Había una foto donde aparecían dos personas, mi tía y una mujer que aunque nunca la había visto supe de quien se trataba. Mis ojos, mis labios, mis orejas, la forma de mi figura, la expresión, todo, era yo sin serlo, esa mujer era mi madre no tuve duda alguna. Mi piel se erizó. Mis lágrimas mudas caían sobre las fotos. Era ella, ELLA.
Mi tía y mi madre eran cuñadas, ya que mi tía por lo que sé era hermana de mi padre. Al poco encontré otra foto similar, esta vez eran cuatro, Ángel, mi tía, mi madre y un hombre que la tenía por la cintura, debía ser mi padre, también me parecía mucho a él. Allí estaban sonriendo. Sonrisas.
-Y no me digo nada.- pensé. Ángel también conocía a mis padres. Eso era nuevo. Mucho para mí.
Cuando pude recuperarme del shock continúe con el registro de recuerdos. Cartas de amor, había muchas, de la relación que Ángel y mi tía habían llevado en secreto. Sé que eran personales y que no tenía derecho a leerlas pero sentí que tenía que hacerlo.
Después de varias de amor de Ángel hacía mi tía, una de ellas cambiaba totalmente el tono y cariño de las anteriores. Cartas que mi tía debía haber enviado y fueron devueltas por el remitente, le suplicaba a Ángel que no lo hiciera, que no tenía derecho. Le hablaba con una dureza y sequedad pasmosas. Pero en la carta no había referencia alguna de que se trataba. Luego había varias del estilo.
Y por último había una carta de mi padre. Era parca en palabras, le pedía que fuese a Francia a verles, que necesitaban un gran favor. Un favor. No era necesario ser muy inteligente para saber de que favor se trataba.

Cuando terminé, sin pensarlo me vestí rápidamente y salí de casa.

Llegue gritando fuera de mí a la oficina de Ángel, me debía muchas explicaciones. Ese hombre escondía más de lo que me había contado.
- ¡¡NO PIENSO MOVERME DE AQUÍ HASTA QUE ME EXPLIQUES DE QUE VA ESTA MIERDA!!
Y tirando las cartas y fotos sobre la mesa esperé su respuesta.

viernes, 29 de abril de 2011

Feliz Cumpleaños!!





Saludos a todos,
Se que no acostumbramos a publicar entradas que no sean sobre nuestros dos personajes: Daniela y Gonzalo, pero hoy es un día muy especial, ya que cumple años nada más y nada menos que una de las "jefas" de este blog
Feliz Cumpleaños Ángela, 24 años, y que bien puestos compañera, que pases un excelente día, como tú te mereces.
Y aprovecho esta entrada para daros las gracias a todos los que seguis nuestro blog, gracias de verdad por vuestro apoyo.

Lorena

lunes, 25 de abril de 2011

La Historia de Gonzalo 7º Capítulo "La ansiada llamada"

Día: Martes
Hora: 8.00 am
Lugar: Aula nº 6 de la Universidad de medicina de Asturias
Objetivo: Terminar cuanto antes el último examen para abrir el “súper” cajón de mi entrada.
Acabé el examen, y el señor Trenado me entregó un folleto con la fecha en la que se celebraría la fiesta de graduación y en la que nos darían el título a todos aquellos que hubiéramos superado todas las asignaturas.
Me dirigí a casa, andando a un paso extremadamente rápido, un calor insoportable me quemaba la nuca y parte de la espalda, mi Renault estaba en el taller y no podía esperar el autobús, estaba demasiado nervioso para esperar cualquier cosa, la paciencia no formaba parte de mis cualidades, no al menos en ese momento.
Abrí la puerta, después el cajón, y ansioso cogí el folio, intacto, a pesar de haber permanecido esperando largas semanas, marqué los números, esta vez no había marcha atrás, ya había terminado el examen por lo que tenía total y absoluta libertad para llamar y lo más importante, el permiso de mi padre.
Piiiii…sonó el primer tono…piiiii, segundo tono y antes de llegar al tercer tono el teléfono se descolgó.

-Diga- Contestó una voz femenina, no esperaba a una chica pero me valía cualquier tipo de ayuda o pista.
-Hola buenos días, soy Gonzalo Da Silva ¿Con quién tengo el placer de hablar?
-¡Qué bien hablas chico! Pensé que en la fiesta te di mi número, no el de mi padre.
-¿Sara? ¿Eres tú?-Pregunté con cautela y un poco de asombro.
-Pues claro canijo, dime ¿Por qué llamas a mi padre?
-Verás Sarita…es una larga historia, pero tengo que hablar con él, es bastante importante-Expliqué
-Vaya, pues lo siento cielo, no está en casa, se fue al trabajo, pero si quieres puedo darte la dirección, ¿Qué me dices?-Preguntó
-Me vendría genial, muchas gracias Sara...emm oye…ahora mismo tengo unas cosas pendientes de solucionar, pero me encantaría volver a verte.
-Uff, pensé que no me lo dirías nunca, sigues siendo tan tímido como siempre. Hablamos pronto entonces. Chao cielo-Contestó ella.
Esta vez sí cogí el autobús, la dirección estaba cerca, pero no lo suficiente como para ir a pie.
Llegue al lugar y allí estaba el padre de Sara, Lito, así es como lo llamábamos en la familia, me recibió con un enorme abrazo y me hizo pasar a su despacho. Ya no tenía confianza con aquel hombre, pero un recibimiento así siempre es agradable. El señor Lito me explicó que la chica que trabajaba con él se jubilaba en breve, y que estaría encantado de que yo ocupara ese puesto, dada mi impresionante carrera, mi responsabilidad y todas esas cosas que se suelen decir cuando quieren contratarte.
No supe que hacer, ¿realmente había esperado este tiempo para un simple trabajo?, mis esperanzas de encontrar a mi padre estaban desapareciendo bajo un espeso humo, y me daba miedo preguntar al señor Lito, a lo mejor no sabía nada, y la verdad, no me apetecía involucrar a nadie más, ya éramos demasiados (contando por supuesto al tío Claudio que sabe toda la historia desde la noche de la fiesta) y no confiaba en nadie, a veces, ni en mí mismo.
Pensé en la maleta llena de dinero (esto sí que sólo lo sabía yo, creo) y barajé la posibilidad de negarme a aceptar el trabajo, el caso es, no sé si fue un pálpito o el hecho de que entró por la puerta tan radiante como siempre, Sara, pero acepté. La sensación que tenía al ver a esa chica me asustaba, su sonrisa me impulsaba a seguir luchando, y una sola palabra suya aceleraba el ritmo de mi corazón de una manera brutal.
Ese trabajo, para bien o para mal, cambiaría mi vida, eso lo tuve claro desde el principio.
Días después ya estaba totalmente instalado, el señor Lito me enseñó a hacer todo lo que tenía que saber, se portaba conmigo de maravilla, me trataba más como un amigo y no como un trabajador, era un hombre bueno de verdad, me alegré mucho de que empezara a formar parte de mi vida porque una persona así, todo el mundo quiere tenerla cerca.
Cada mañana, a la misma hora, Sara venía a desayunar conmigo en un pequeño bar de al lado, poco después empezamos a quedar por las noches, no nos cansábamos de vernos, sentíamos una complicidad inmensa estando juntos, y al besarla sentí, que por primera vez, me había enamorado.


Las noches siguientes volví a soñar con el prado interminable, seguía sin haber nada ni nadie al final, pero se había sumado una persona más para ayudar a empujar.

domingo, 17 de abril de 2011

La Historia de Gonzalo 6º Capítulo "Una invitada inesperada"


-¡Bienvenidos chicos!-Saludaron al unísono la tía Eva y el tío Daniel (su marido y mi padrino)
Habíamos llegado a la casa del campo, “nuestra casa de campo”, una preciosa finca propiedad de los abuelos, donde nos juntábamos para todas las celebraciones y donde pasábamos muchos fines de semana todos juntos, mi familia era realmente extensa, nuestros abuelos, Ana y Manuel, habían tenido nada más y nada menos que 5 hijos: la tía Eva, luego le seguía el tío Claudio, después papá, el siguiente era el tío Miguel y la más pequeña, la tía Ángeles (mi hermana heredó su nombre, con una pequeña modificación, mamá nunca podía dejar las cosas como estaban , odiaba que le dijeran que no era original y adoraba cuando le aplaudían sus buenas ideas), todos mis tíos tenían 2 hijos (excepto papá que había tenido 3), no quiero aburrir con todos los nombres pero si contaré una pequeña curiosidad, todos los varones teníamos un lunar en la planta del pie derecho, parece de película ¿verdad? pues es totalmente verídico.
La casa, donde se habían criado papá y sus hermanos, era inmensamente grande, antes de llegar a ella, había que pasar por un caminito de piedras que el primo Carlos y yo habíamos construido de pequeños, por supuesto con la ayuda del abuelo, más adelante se encontraba la enorme casa, con terrenos para el cultivo al lado derecho y una piscina a la izquierda, y lo que más nos gustaba a todos, en la parte de atrás de la casa, estaba el porche, en el colocábamos las mesas repletas de comida en las fiestas, y ese día, no faltaba de nada, la tía Eva cumplía 50 años, y si cumplir mitad de siglo es importante para cualquier familia, para la mía lo era mucho más.
-¿Y papá?- Preguntó la abuela
Empecé a tartamudear, por supuesto a consecuencia de que la noche de antes no habíamos logrado inventar nada que decir para justificar esa ausencia.
-Viene directo del trabajo, no le daba tiempo a venir con nosotros- Dijo mi hermano convencido.
-¿Qué diantres dices Jorge?-Dije en voz baja pellizcando a mi hermano el brazo
-Calla, y dejame a mi-Contestó convencido.
Así pasamos varias horas, comiendo, riendo, e intentando pasar desapercibidos en la multitud, yo miraba de un lado a otro, para ver si alguien me observaba con cara sospechosa y cejas arqueadas pensando para sus adentros: “No sabes dónde está tu padre Gonzalo, nos estás engañando a todos”, pero hasta el momento nadie tenía esa cara.
Al fondo del porche, escuché una risa, no sé cómo describirla, pues no es fácil describir un sonido, pero me gustaba, y allí estaba ella, la dueña de aquella risa, una preciosa chica, su piel tenía el moreno que yo solo lograba conseguir en los meses de verano, sus ojos con forma de almendra eran de color verde oliva, y su pelo, liso en las raíces y ondulándose poco a poco hasta llegar a la cintura, lucía un bonito color castaño oscuro.
Vio que la miraba, pero no se incomodó, sólo me dedicó una sonrisa y un pequeño saludito con su mano, no puede ser ¿me conocía? ¿Quién era aquella chica?
Entonces como si me leyera el pensamiento se acercó a mí, hasta que estuvo lo bastante cerca y me dijo:
-Hola Gonzalín, no me había dado cuenta de que eras tú, ¿Qué tal estás?
-Pues, pues…lo cierto, es que ahora, bastante bien, pero no te consigo recordar, lo siento
-¿No sabes quién soy canijo?-contestó en tono burlón mientras me regalaba un codazo.
“Canijo”, pensó mi cabeza, ¡Claro! Ahora si sabía quién era, sólo ella me había llamado así desde muy pequeños.
-¡Dios mío! Eres Sara, pero cuanto has cambiado, estás…estás preciosa Sara.
-Vaya gracias Canijo, tú no estás nada mal tampoco-sonrió y me guiñó un ojo.
Sara era la hija del mejor amigo de la tía Eva, por lo visto había estado estudiando en el extranjero desde los 16, así que hacía bastantes años que no la veía, desde niños había estado detrás de ella, y ahora volvía a mi vida, de manera repentina, como todo lo que me ocurría, haciendo estallar miles de recuerdos en mi.

Seguimos charlando un rato y cuando llevábamos el tiempo suficiente en la fiesta, Jorge se levantó y anunció que a papá se le habían complicado las cosas en el trabajo y no le daría tiempo, y que nosotros nos marchábamos a prepararle la cena y un buen baño, pues vendría rendido de tantas horas en la calle. No quería marcharme, quería seguir hablando con Sara, pero era mejor así, no podía olvidar que había cosas más importantes en este momento.
La tía Eva nos dijo que nos lleváramos comida de allí sin problema, y que le dijéramos a papá que era el regalo más bonito que le habían hecho nunca. Así que los tres regresamos a casa, ¿tanta complicación para esto? Pensé, satisfecho de que el plan improvisado de Jorge había tenido un gran éxito.
Llegamos a casa, pero en lugar de preparar un baño para un padre que hacía meses nos había dejado, nos pusimos los pijamas para dormir, y cuando estábamos acostados, sonó repetidas veces el timbre en el piso de abajo. Bajé rápido las escaleras para ver quien llamaba a estas horas, y al abrir la puerta, allí me lo encontré, era el tío Claudio, y no traía buena cara.
-¿Abel?-Gritó mi tío con la cara que anteriormente yo mismo había descrito.
-No ha llegado todavía tío Claudio, por lo visto tiene que doblar turno y no sale hasta mañana-Contesté asustado.
-No pienso moverme de aquí hasta que no venga, ¿tienes café?-respondió, esta vez un poco más simpático.
El tío Claudio pasó toda la noche en el salón, viendo la tele, y durmiendo a ratos, Jorge y yo en cambio, estuvimos toda la noche sin pegar ojo, ahora sí que no había salida. La familia iba a enterarse de todo. Y querrían llevarse a mi hermana, porque aunque los 3 fuéramos mayorcitos, en mi familia eran demasiado protectores, y pensarían que no podemos cuidarnos nosotros solos, y mucho menos de una niña de 11 años.
Algunas veces sufrimos tanto que pensamos que las cosas no pueden empeorar, mentira, si que pueden ir peor, ya lo creo, llegué al punto de no querer seguir luchando, no era un infeliz que buscaba suicidarse, claro que no, pues tenía una familia muy buena, y por supuesto me quería a mi mismo (no todo el mundo se quiere), pero no me quedaban fuerzas suficientes para arreglar la situación e ir solucionando las cosas. Continuamente soñaba con un prado, yo caminaba y caminaba, notaba como me iba agotando, y quería tumbarme a descansar, pero Ángela y Jorge me empujaban, entonces pensaba “Si me empujan a continuar quiere decir que al final de este prado hay algo o alguien a quien debo encontrar, quizás mi padre”, pero no había nadie, y yo seguía andando sin sentido ni objetivo.
Dentro de apenas unas horas tenía mi última prueba, quizás después todo iría mejor, no lo sé.

jueves, 14 de abril de 2011

La historia de Daniela Treneib - Capítulo 6 "Desde el cielo"

Julio me dejó en la dirección de aquel sobre, un nombre, un número y una calle, ese era todo el contenido de la maldita carta. Se empeñó en acompañarme, tenia miedo de que algo malo me pudiera pasar, yo no quise, le dije que me esperara en la calle.
Llamé a la puerta, la curiosidad me mataba.
Una señora de avanzada edad, a modo de secretaria me abrió la puerta. Llevaba los dientes pintados y de paso algo los labios de un color rojo, muy rojo.
-Buenos días, pregunto por Don Ángel Silvent.
-Sí, eres Daniela ¿verdad? Pasa, pasa preciosa, has tardado mucho en venir, siéntate enseguida te atenderá.
-Emm, gracias.
Mientras esperaba pensé en como esa mujer sabía mi nombre y porque me hablaba como si me conociera, ¿me esperaban? ¿Porque?
De pronto se abrió una puerta y empezó a salir mucho humo de tabaco y como si de un mago de tratase salió de entre la "niebla" un hombre de unos 60 años, ni muy alto ni muy bajo, con traje de chaqueta azul a rallas y una corbata rosita que a mi gusto era demasiado corta.
-Hola Daniela, por fin pasas por aquí, había llegado a pensar que no habías recibido mi carta o que no querías venir, pero no quise poner muchos datos en su contenido, por si acaso, ya sabes.
No, no sabia, pensé.
-Hola, si, bueno lo siento, he estado liada.
-Tranquila, sé donde estabas, entra, entra.
Dude, pero ya estaba allí y era más fuerte mi creciente curiosidad que mi desconfianza.
-Sé que está perdida ahora mismo.- Comenzó. -Pero pronto sabrás él porque de tanto misterio, mejor siéntate.-carraspeó y empezó a hablar.
-Estas aquí porque yo conocía a tu tía bastante bien, hace muchos años en este mismo despacho la vi por primera vez. Yo le llevaba los papeles y cuentas cuando tan joven quedó viuda, nos enamoramos y durante años fuimos amantes. Nuestra romance terminó porque decidí seguir con mi mujer, ella lo llevó mal, trementamente mal, tanto que se aisló del mundo y se fue a vivir al campo, yo siempre la quise mucho y nunca la olvidé, pero tenia una mujer, hijos... no podía abandonarlos, no podía darle lo que ella pedía.
A pesar de esto nunca terminé de desvincularme de ella, al menos la convencí para seguir llevándole los papeles y de paso poder visitarla alguna vez. Cuando tú llegaste a su vida, ella vino a verme para pedirme dos cosas: que no volviera a visitarla más y un favor.
Ella sabia que su salud era endeble y vulnerable, así que cuando aceptó criarte, aceptó una hija y con ello una heredera.
Legalmente hay otros parientes lejanos que podrían serlo, pero ella dejo dicho y escrito que tú y solo tú fueras la heredera de todas sus pertenencias, su casa del campo y unos buenos ahorros que te darán para vivir un tiempo.

Mi boca no podía estar más abierta, era demasiada información. ¿Heredera? ¿Yo?
-Pe pe pero...
-Tranquila, yo te ayudaré con todo, empieza leyendo esto.- Y me dio el testamento de mi tía. Cuando terminé de leerlo no pude parar de llorar durante un largo rato, sólo mi tía volvió hacerme llorar después de tanto tiempo.

Al cabo de un mes ya estaba instalada en casa, miles de recuerdos inundaron mi mente, todo estaba exactamente igual que cuando me fui, era increíble, como si nunca hubiera pasado el tiempo.
Julio no quería que me fuera a vivir tan lejos y alejada, quería que me quedara en su casa, yo no acepté de ninguna manera, bastantes cosas tenia Julio encima.
Ada vino a visitarme al poco de instalarme, habían pasado 6 años desde la última vez que nos vimos, fue genial volver a verla, seguía tan espectacular y bella como siempre, solo que ahora en cuerpo de mujer. Recordamos en nuestro reencuentro el día de nuestra despedida en el orfanato, entonces dos niñas hicieron una promesa, una promesa que nos unió y nos unirá siempre, la de la amistad eterna, fuerte y leal.
Ella trabajaba de camarera en una pequeña cafetería miestras estudiaba, me consiguió trabajo allí. Julio me llevaba todos los días al trabajo, al poco me compre una motocicleta, no podía abusar de su buena disposición.

Todos los días cuando Julio terminaba de trabajar venia a verme, un día después de cenar Julio me dijo que necesitaba decirme algo.
-Daniela estoy enamorado de ti, desde que estas en mi vida he vuelto a ser feliz.

Julio ha sido mi primer "todo", nunca antes había sentido algo así por nadie, hasta hacia poco los hombres no tenían importancia para mí, no los necesitaba, pero a Julio sí, él era el único hombre que me hacia sentir, el único que despertaba en mi la necesidad de amar y de sentirme mujer.
Después de esas palabras no hicieron falta más, nuestras pieles se unieron y nuestros labios se juntaron, era la primera vez mi boca besaba otra, era la primera vez que mi cuerpo se estremecía de la forma más real y bonita que jamás antes había conocido.
-Yo también te amo.

Y así, con él, fue pasando el tiempo, tres años después, el mismo día que cumplí 21 años, la madre de Julio falleció de un cáncer fulminante, apesar de lo que nos dijeran los médicos nosotros sabíamos que su madre habia muerto de pena. La peor enfermedad que hay, el peor cáncer. Fue otro golpe duro, pero no inesperado.
Entonces decidimos vivir juntos, Julio estaba muy triste y fue lo mejor, le convencí para que fuera él quien se instalara en mi casa, no quería separarme de esas paredes, de la tierra, del silencio, del aire puro. Él complaciente siempre, aceptó.
La vida era genial, Julio y yo nunca hemos necesitado mucho para ser felices, la simple compañía del otro ya era suficiente. Creamos nuestro mundo. Nuestro.

Un día hubo una tormenta terrible, que se llevó parte del viejo y vencido tejado. La casa era grande y estaba dividida en dos parte, nosotros por suerte habituábamos a usar la parte que no sufrío daños a penas.
Al día siguiente con la mañana clara, en calma, Julio y yo desayunamos y se fue a trabajar, yo tenia el día libre, antes de irse me dijo:
-Cuando regrese, empezaremos a plantear la obra y en unos días estará solucionado. No te precupes amor. Adiós guapa, te quiero.

Cuando quede sola, accedí a la parte afectada de la casa, era una buhardilla grande llena de muebles y chismes viejos. Parte del tejado y un trozo de pared había caido dentro aplastando la gran mayoría de ellos. Fue entonces cuando lo vi.

viernes, 8 de abril de 2011

La historia de Daniela Treneib - Capítulo 5 "El abrazo del pasado"

Era libre, al día siguiente de mi cumpleaños "me soltaron". Antes de salir el director del centro me entregó un sobre con en el que se podía leer mi nombre completo, no llevaba remitente. Sólo una pequeña anotación al pie: Entregar al cumplir la mayoría de edad. El sobre estaba cerrado.

Se supone que cuando sales de un sitio así debe venir a recogerte tu familia, esperándote en la puerta para luego regalarte el mayor de los abrazos. En mi caso faltaron ambas cosas.
Era libre sí, pero ¿de qué manera?


Empecé a caminar sin rumbo ni meta. Decidí cruzar el solar que tantas horas contempló mi vista. Cuando llevaba un rato caminando sentí un ruido detrás de mí, era un motor, un sonido que mi mente recordaba a la perfección, era la vieja furgoneta de Tomás, pero al girarme no era él quien la conducía sino su hijo Julio. No le esperaba ya que semanas atrás avisé de mi salida a Tomás por carta, pero no obtuve ninguna respuesta, ya no esperaba a nadie, pero sin embargo ahí estaba su hijo, no se habían olvidado de mi, le conocía desde pequeña y sin embargo apenas sabia nada de él, pero allí estaba, sonriendo delante de mí con una bonita flor en la mano. Y sin pensarlo me abracé a él con la misma fuerza con la que antaño me había abrazado a su padre cuando mi tía se fué. Esta vez el cuerpo no era el de una niña, esta vez si sabia que pasaba, pero tuve la misma sensación de soledad, tristeza y vacío que cuando era niña.
Julio me contó que su padre había muerto hacia unos meses de un infarto, me sentí mal y angustiada, al fin y al cabo Tomás era lo único que me quedaba de mi pasado.
La madre de Julio estaba enferma desde entonces y se pasaba las horas encerrada en su habitación viendo fotos del pasado y llorando sin parar. Se alegró de verme, pero tan pronto como me saludó, regresó a su cuarto.
Julio lo estaba pasando realmente mal, todo esto era demasiado para él, sólo tenia 20 años una madre enferma que cuidar y un pequeño negocio como herencia que llevar.
Me preparó una habitación y allí me instalé, prometiendo que en seguida encontrase un trabajo me iría de allí, Julio parecía no tener ganas de que ese momento llegase.

Julio era un muchacho alto y bien fornido de tantas horas cargando y descargando la furgoneta de trabajo. Sus ojos oscuros, casi negros, pero realmente bonitos y expresivos. Sus labios eran carnosos. No se reía mucho era más bien callado y tímido, pero cuando reía tenía una sonrisa preciosa que dejaba asomar dos pequeños hoyuelos que la hacían más bonita aún.

Con todo el lío del nuevo cambio olvidé por completo la carta misteriosa, pero había llegado el momento de abrirla, no me imaginaba que podía contener, pero dentro de mí sentia que de alguna manera en ese sobre estaba la siguiente parada del tren de mi vida.