domingo, 17 de abril de 2011

La Historia de Gonzalo 6º Capítulo "Una invitada inesperada"


-¡Bienvenidos chicos!-Saludaron al unísono la tía Eva y el tío Daniel (su marido y mi padrino)
Habíamos llegado a la casa del campo, “nuestra casa de campo”, una preciosa finca propiedad de los abuelos, donde nos juntábamos para todas las celebraciones y donde pasábamos muchos fines de semana todos juntos, mi familia era realmente extensa, nuestros abuelos, Ana y Manuel, habían tenido nada más y nada menos que 5 hijos: la tía Eva, luego le seguía el tío Claudio, después papá, el siguiente era el tío Miguel y la más pequeña, la tía Ángeles (mi hermana heredó su nombre, con una pequeña modificación, mamá nunca podía dejar las cosas como estaban , odiaba que le dijeran que no era original y adoraba cuando le aplaudían sus buenas ideas), todos mis tíos tenían 2 hijos (excepto papá que había tenido 3), no quiero aburrir con todos los nombres pero si contaré una pequeña curiosidad, todos los varones teníamos un lunar en la planta del pie derecho, parece de película ¿verdad? pues es totalmente verídico.
La casa, donde se habían criado papá y sus hermanos, era inmensamente grande, antes de llegar a ella, había que pasar por un caminito de piedras que el primo Carlos y yo habíamos construido de pequeños, por supuesto con la ayuda del abuelo, más adelante se encontraba la enorme casa, con terrenos para el cultivo al lado derecho y una piscina a la izquierda, y lo que más nos gustaba a todos, en la parte de atrás de la casa, estaba el porche, en el colocábamos las mesas repletas de comida en las fiestas, y ese día, no faltaba de nada, la tía Eva cumplía 50 años, y si cumplir mitad de siglo es importante para cualquier familia, para la mía lo era mucho más.
-¿Y papá?- Preguntó la abuela
Empecé a tartamudear, por supuesto a consecuencia de que la noche de antes no habíamos logrado inventar nada que decir para justificar esa ausencia.
-Viene directo del trabajo, no le daba tiempo a venir con nosotros- Dijo mi hermano convencido.
-¿Qué diantres dices Jorge?-Dije en voz baja pellizcando a mi hermano el brazo
-Calla, y dejame a mi-Contestó convencido.
Así pasamos varias horas, comiendo, riendo, e intentando pasar desapercibidos en la multitud, yo miraba de un lado a otro, para ver si alguien me observaba con cara sospechosa y cejas arqueadas pensando para sus adentros: “No sabes dónde está tu padre Gonzalo, nos estás engañando a todos”, pero hasta el momento nadie tenía esa cara.
Al fondo del porche, escuché una risa, no sé cómo describirla, pues no es fácil describir un sonido, pero me gustaba, y allí estaba ella, la dueña de aquella risa, una preciosa chica, su piel tenía el moreno que yo solo lograba conseguir en los meses de verano, sus ojos con forma de almendra eran de color verde oliva, y su pelo, liso en las raíces y ondulándose poco a poco hasta llegar a la cintura, lucía un bonito color castaño oscuro.
Vio que la miraba, pero no se incomodó, sólo me dedicó una sonrisa y un pequeño saludito con su mano, no puede ser ¿me conocía? ¿Quién era aquella chica?
Entonces como si me leyera el pensamiento se acercó a mí, hasta que estuvo lo bastante cerca y me dijo:
-Hola Gonzalín, no me había dado cuenta de que eras tú, ¿Qué tal estás?
-Pues, pues…lo cierto, es que ahora, bastante bien, pero no te consigo recordar, lo siento
-¿No sabes quién soy canijo?-contestó en tono burlón mientras me regalaba un codazo.
“Canijo”, pensó mi cabeza, ¡Claro! Ahora si sabía quién era, sólo ella me había llamado así desde muy pequeños.
-¡Dios mío! Eres Sara, pero cuanto has cambiado, estás…estás preciosa Sara.
-Vaya gracias Canijo, tú no estás nada mal tampoco-sonrió y me guiñó un ojo.
Sara era la hija del mejor amigo de la tía Eva, por lo visto había estado estudiando en el extranjero desde los 16, así que hacía bastantes años que no la veía, desde niños había estado detrás de ella, y ahora volvía a mi vida, de manera repentina, como todo lo que me ocurría, haciendo estallar miles de recuerdos en mi.

Seguimos charlando un rato y cuando llevábamos el tiempo suficiente en la fiesta, Jorge se levantó y anunció que a papá se le habían complicado las cosas en el trabajo y no le daría tiempo, y que nosotros nos marchábamos a prepararle la cena y un buen baño, pues vendría rendido de tantas horas en la calle. No quería marcharme, quería seguir hablando con Sara, pero era mejor así, no podía olvidar que había cosas más importantes en este momento.
La tía Eva nos dijo que nos lleváramos comida de allí sin problema, y que le dijéramos a papá que era el regalo más bonito que le habían hecho nunca. Así que los tres regresamos a casa, ¿tanta complicación para esto? Pensé, satisfecho de que el plan improvisado de Jorge había tenido un gran éxito.
Llegamos a casa, pero en lugar de preparar un baño para un padre que hacía meses nos había dejado, nos pusimos los pijamas para dormir, y cuando estábamos acostados, sonó repetidas veces el timbre en el piso de abajo. Bajé rápido las escaleras para ver quien llamaba a estas horas, y al abrir la puerta, allí me lo encontré, era el tío Claudio, y no traía buena cara.
-¿Abel?-Gritó mi tío con la cara que anteriormente yo mismo había descrito.
-No ha llegado todavía tío Claudio, por lo visto tiene que doblar turno y no sale hasta mañana-Contesté asustado.
-No pienso moverme de aquí hasta que no venga, ¿tienes café?-respondió, esta vez un poco más simpático.
El tío Claudio pasó toda la noche en el salón, viendo la tele, y durmiendo a ratos, Jorge y yo en cambio, estuvimos toda la noche sin pegar ojo, ahora sí que no había salida. La familia iba a enterarse de todo. Y querrían llevarse a mi hermana, porque aunque los 3 fuéramos mayorcitos, en mi familia eran demasiado protectores, y pensarían que no podemos cuidarnos nosotros solos, y mucho menos de una niña de 11 años.
Algunas veces sufrimos tanto que pensamos que las cosas no pueden empeorar, mentira, si que pueden ir peor, ya lo creo, llegué al punto de no querer seguir luchando, no era un infeliz que buscaba suicidarse, claro que no, pues tenía una familia muy buena, y por supuesto me quería a mi mismo (no todo el mundo se quiere), pero no me quedaban fuerzas suficientes para arreglar la situación e ir solucionando las cosas. Continuamente soñaba con un prado, yo caminaba y caminaba, notaba como me iba agotando, y quería tumbarme a descansar, pero Ángela y Jorge me empujaban, entonces pensaba “Si me empujan a continuar quiere decir que al final de este prado hay algo o alguien a quien debo encontrar, quizás mi padre”, pero no había nadie, y yo seguía andando sin sentido ni objetivo.
Dentro de apenas unas horas tenía mi última prueba, quizás después todo iría mejor, no lo sé.

4 comentarios:

  1. Mm
    Pensativa me quedé..ahora si que no tienen escapatoria.
    En fin, ¿Para cuando un nuevo capítulo?
    Besoos!

    PD: Mañana subiré un nuevo capítulo de mi historia, si puedes, pásate :)

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  2. Animo, chicas.

    Lo estáis haciendo fenomenal.

    Un abrazo de Marpín y La Rana en esta tarde de Domingo.

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  3. cada vez mas interesante, y cada vez estamos mas en vilo. enhorabuena, sois fantasticas.

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  4. Jajaja, me has dejado con toda la intriga
    Sigue así!!!

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