viernes, 29 de abril de 2011

Feliz Cumpleaños!!





Saludos a todos,
Se que no acostumbramos a publicar entradas que no sean sobre nuestros dos personajes: Daniela y Gonzalo, pero hoy es un día muy especial, ya que cumple años nada más y nada menos que una de las "jefas" de este blog
Feliz Cumpleaños Ángela, 24 años, y que bien puestos compañera, que pases un excelente día, como tú te mereces.
Y aprovecho esta entrada para daros las gracias a todos los que seguis nuestro blog, gracias de verdad por vuestro apoyo.

Lorena

lunes, 25 de abril de 2011

La Historia de Gonzalo 7º Capítulo "La ansiada llamada"

Día: Martes
Hora: 8.00 am
Lugar: Aula nº 6 de la Universidad de medicina de Asturias
Objetivo: Terminar cuanto antes el último examen para abrir el “súper” cajón de mi entrada.
Acabé el examen, y el señor Trenado me entregó un folleto con la fecha en la que se celebraría la fiesta de graduación y en la que nos darían el título a todos aquellos que hubiéramos superado todas las asignaturas.
Me dirigí a casa, andando a un paso extremadamente rápido, un calor insoportable me quemaba la nuca y parte de la espalda, mi Renault estaba en el taller y no podía esperar el autobús, estaba demasiado nervioso para esperar cualquier cosa, la paciencia no formaba parte de mis cualidades, no al menos en ese momento.
Abrí la puerta, después el cajón, y ansioso cogí el folio, intacto, a pesar de haber permanecido esperando largas semanas, marqué los números, esta vez no había marcha atrás, ya había terminado el examen por lo que tenía total y absoluta libertad para llamar y lo más importante, el permiso de mi padre.
Piiiii…sonó el primer tono…piiiii, segundo tono y antes de llegar al tercer tono el teléfono se descolgó.

-Diga- Contestó una voz femenina, no esperaba a una chica pero me valía cualquier tipo de ayuda o pista.
-Hola buenos días, soy Gonzalo Da Silva ¿Con quién tengo el placer de hablar?
-¡Qué bien hablas chico! Pensé que en la fiesta te di mi número, no el de mi padre.
-¿Sara? ¿Eres tú?-Pregunté con cautela y un poco de asombro.
-Pues claro canijo, dime ¿Por qué llamas a mi padre?
-Verás Sarita…es una larga historia, pero tengo que hablar con él, es bastante importante-Expliqué
-Vaya, pues lo siento cielo, no está en casa, se fue al trabajo, pero si quieres puedo darte la dirección, ¿Qué me dices?-Preguntó
-Me vendría genial, muchas gracias Sara...emm oye…ahora mismo tengo unas cosas pendientes de solucionar, pero me encantaría volver a verte.
-Uff, pensé que no me lo dirías nunca, sigues siendo tan tímido como siempre. Hablamos pronto entonces. Chao cielo-Contestó ella.
Esta vez sí cogí el autobús, la dirección estaba cerca, pero no lo suficiente como para ir a pie.
Llegue al lugar y allí estaba el padre de Sara, Lito, así es como lo llamábamos en la familia, me recibió con un enorme abrazo y me hizo pasar a su despacho. Ya no tenía confianza con aquel hombre, pero un recibimiento así siempre es agradable. El señor Lito me explicó que la chica que trabajaba con él se jubilaba en breve, y que estaría encantado de que yo ocupara ese puesto, dada mi impresionante carrera, mi responsabilidad y todas esas cosas que se suelen decir cuando quieren contratarte.
No supe que hacer, ¿realmente había esperado este tiempo para un simple trabajo?, mis esperanzas de encontrar a mi padre estaban desapareciendo bajo un espeso humo, y me daba miedo preguntar al señor Lito, a lo mejor no sabía nada, y la verdad, no me apetecía involucrar a nadie más, ya éramos demasiados (contando por supuesto al tío Claudio que sabe toda la historia desde la noche de la fiesta) y no confiaba en nadie, a veces, ni en mí mismo.
Pensé en la maleta llena de dinero (esto sí que sólo lo sabía yo, creo) y barajé la posibilidad de negarme a aceptar el trabajo, el caso es, no sé si fue un pálpito o el hecho de que entró por la puerta tan radiante como siempre, Sara, pero acepté. La sensación que tenía al ver a esa chica me asustaba, su sonrisa me impulsaba a seguir luchando, y una sola palabra suya aceleraba el ritmo de mi corazón de una manera brutal.
Ese trabajo, para bien o para mal, cambiaría mi vida, eso lo tuve claro desde el principio.
Días después ya estaba totalmente instalado, el señor Lito me enseñó a hacer todo lo que tenía que saber, se portaba conmigo de maravilla, me trataba más como un amigo y no como un trabajador, era un hombre bueno de verdad, me alegré mucho de que empezara a formar parte de mi vida porque una persona así, todo el mundo quiere tenerla cerca.
Cada mañana, a la misma hora, Sara venía a desayunar conmigo en un pequeño bar de al lado, poco después empezamos a quedar por las noches, no nos cansábamos de vernos, sentíamos una complicidad inmensa estando juntos, y al besarla sentí, que por primera vez, me había enamorado.


Las noches siguientes volví a soñar con el prado interminable, seguía sin haber nada ni nadie al final, pero se había sumado una persona más para ayudar a empujar.

domingo, 17 de abril de 2011

La Historia de Gonzalo 6º Capítulo "Una invitada inesperada"


-¡Bienvenidos chicos!-Saludaron al unísono la tía Eva y el tío Daniel (su marido y mi padrino)
Habíamos llegado a la casa del campo, “nuestra casa de campo”, una preciosa finca propiedad de los abuelos, donde nos juntábamos para todas las celebraciones y donde pasábamos muchos fines de semana todos juntos, mi familia era realmente extensa, nuestros abuelos, Ana y Manuel, habían tenido nada más y nada menos que 5 hijos: la tía Eva, luego le seguía el tío Claudio, después papá, el siguiente era el tío Miguel y la más pequeña, la tía Ángeles (mi hermana heredó su nombre, con una pequeña modificación, mamá nunca podía dejar las cosas como estaban , odiaba que le dijeran que no era original y adoraba cuando le aplaudían sus buenas ideas), todos mis tíos tenían 2 hijos (excepto papá que había tenido 3), no quiero aburrir con todos los nombres pero si contaré una pequeña curiosidad, todos los varones teníamos un lunar en la planta del pie derecho, parece de película ¿verdad? pues es totalmente verídico.
La casa, donde se habían criado papá y sus hermanos, era inmensamente grande, antes de llegar a ella, había que pasar por un caminito de piedras que el primo Carlos y yo habíamos construido de pequeños, por supuesto con la ayuda del abuelo, más adelante se encontraba la enorme casa, con terrenos para el cultivo al lado derecho y una piscina a la izquierda, y lo que más nos gustaba a todos, en la parte de atrás de la casa, estaba el porche, en el colocábamos las mesas repletas de comida en las fiestas, y ese día, no faltaba de nada, la tía Eva cumplía 50 años, y si cumplir mitad de siglo es importante para cualquier familia, para la mía lo era mucho más.
-¿Y papá?- Preguntó la abuela
Empecé a tartamudear, por supuesto a consecuencia de que la noche de antes no habíamos logrado inventar nada que decir para justificar esa ausencia.
-Viene directo del trabajo, no le daba tiempo a venir con nosotros- Dijo mi hermano convencido.
-¿Qué diantres dices Jorge?-Dije en voz baja pellizcando a mi hermano el brazo
-Calla, y dejame a mi-Contestó convencido.
Así pasamos varias horas, comiendo, riendo, e intentando pasar desapercibidos en la multitud, yo miraba de un lado a otro, para ver si alguien me observaba con cara sospechosa y cejas arqueadas pensando para sus adentros: “No sabes dónde está tu padre Gonzalo, nos estás engañando a todos”, pero hasta el momento nadie tenía esa cara.
Al fondo del porche, escuché una risa, no sé cómo describirla, pues no es fácil describir un sonido, pero me gustaba, y allí estaba ella, la dueña de aquella risa, una preciosa chica, su piel tenía el moreno que yo solo lograba conseguir en los meses de verano, sus ojos con forma de almendra eran de color verde oliva, y su pelo, liso en las raíces y ondulándose poco a poco hasta llegar a la cintura, lucía un bonito color castaño oscuro.
Vio que la miraba, pero no se incomodó, sólo me dedicó una sonrisa y un pequeño saludito con su mano, no puede ser ¿me conocía? ¿Quién era aquella chica?
Entonces como si me leyera el pensamiento se acercó a mí, hasta que estuvo lo bastante cerca y me dijo:
-Hola Gonzalín, no me había dado cuenta de que eras tú, ¿Qué tal estás?
-Pues, pues…lo cierto, es que ahora, bastante bien, pero no te consigo recordar, lo siento
-¿No sabes quién soy canijo?-contestó en tono burlón mientras me regalaba un codazo.
“Canijo”, pensó mi cabeza, ¡Claro! Ahora si sabía quién era, sólo ella me había llamado así desde muy pequeños.
-¡Dios mío! Eres Sara, pero cuanto has cambiado, estás…estás preciosa Sara.
-Vaya gracias Canijo, tú no estás nada mal tampoco-sonrió y me guiñó un ojo.
Sara era la hija del mejor amigo de la tía Eva, por lo visto había estado estudiando en el extranjero desde los 16, así que hacía bastantes años que no la veía, desde niños había estado detrás de ella, y ahora volvía a mi vida, de manera repentina, como todo lo que me ocurría, haciendo estallar miles de recuerdos en mi.

Seguimos charlando un rato y cuando llevábamos el tiempo suficiente en la fiesta, Jorge se levantó y anunció que a papá se le habían complicado las cosas en el trabajo y no le daría tiempo, y que nosotros nos marchábamos a prepararle la cena y un buen baño, pues vendría rendido de tantas horas en la calle. No quería marcharme, quería seguir hablando con Sara, pero era mejor así, no podía olvidar que había cosas más importantes en este momento.
La tía Eva nos dijo que nos lleváramos comida de allí sin problema, y que le dijéramos a papá que era el regalo más bonito que le habían hecho nunca. Así que los tres regresamos a casa, ¿tanta complicación para esto? Pensé, satisfecho de que el plan improvisado de Jorge había tenido un gran éxito.
Llegamos a casa, pero en lugar de preparar un baño para un padre que hacía meses nos había dejado, nos pusimos los pijamas para dormir, y cuando estábamos acostados, sonó repetidas veces el timbre en el piso de abajo. Bajé rápido las escaleras para ver quien llamaba a estas horas, y al abrir la puerta, allí me lo encontré, era el tío Claudio, y no traía buena cara.
-¿Abel?-Gritó mi tío con la cara que anteriormente yo mismo había descrito.
-No ha llegado todavía tío Claudio, por lo visto tiene que doblar turno y no sale hasta mañana-Contesté asustado.
-No pienso moverme de aquí hasta que no venga, ¿tienes café?-respondió, esta vez un poco más simpático.
El tío Claudio pasó toda la noche en el salón, viendo la tele, y durmiendo a ratos, Jorge y yo en cambio, estuvimos toda la noche sin pegar ojo, ahora sí que no había salida. La familia iba a enterarse de todo. Y querrían llevarse a mi hermana, porque aunque los 3 fuéramos mayorcitos, en mi familia eran demasiado protectores, y pensarían que no podemos cuidarnos nosotros solos, y mucho menos de una niña de 11 años.
Algunas veces sufrimos tanto que pensamos que las cosas no pueden empeorar, mentira, si que pueden ir peor, ya lo creo, llegué al punto de no querer seguir luchando, no era un infeliz que buscaba suicidarse, claro que no, pues tenía una familia muy buena, y por supuesto me quería a mi mismo (no todo el mundo se quiere), pero no me quedaban fuerzas suficientes para arreglar la situación e ir solucionando las cosas. Continuamente soñaba con un prado, yo caminaba y caminaba, notaba como me iba agotando, y quería tumbarme a descansar, pero Ángela y Jorge me empujaban, entonces pensaba “Si me empujan a continuar quiere decir que al final de este prado hay algo o alguien a quien debo encontrar, quizás mi padre”, pero no había nadie, y yo seguía andando sin sentido ni objetivo.
Dentro de apenas unas horas tenía mi última prueba, quizás después todo iría mejor, no lo sé.

jueves, 14 de abril de 2011

La historia de Daniela Treneib - Capítulo 6 "Desde el cielo"

Julio me dejó en la dirección de aquel sobre, un nombre, un número y una calle, ese era todo el contenido de la maldita carta. Se empeñó en acompañarme, tenia miedo de que algo malo me pudiera pasar, yo no quise, le dije que me esperara en la calle.
Llamé a la puerta, la curiosidad me mataba.
Una señora de avanzada edad, a modo de secretaria me abrió la puerta. Llevaba los dientes pintados y de paso algo los labios de un color rojo, muy rojo.
-Buenos días, pregunto por Don Ángel Silvent.
-Sí, eres Daniela ¿verdad? Pasa, pasa preciosa, has tardado mucho en venir, siéntate enseguida te atenderá.
-Emm, gracias.
Mientras esperaba pensé en como esa mujer sabía mi nombre y porque me hablaba como si me conociera, ¿me esperaban? ¿Porque?
De pronto se abrió una puerta y empezó a salir mucho humo de tabaco y como si de un mago de tratase salió de entre la "niebla" un hombre de unos 60 años, ni muy alto ni muy bajo, con traje de chaqueta azul a rallas y una corbata rosita que a mi gusto era demasiado corta.
-Hola Daniela, por fin pasas por aquí, había llegado a pensar que no habías recibido mi carta o que no querías venir, pero no quise poner muchos datos en su contenido, por si acaso, ya sabes.
No, no sabia, pensé.
-Hola, si, bueno lo siento, he estado liada.
-Tranquila, sé donde estabas, entra, entra.
Dude, pero ya estaba allí y era más fuerte mi creciente curiosidad que mi desconfianza.
-Sé que está perdida ahora mismo.- Comenzó. -Pero pronto sabrás él porque de tanto misterio, mejor siéntate.-carraspeó y empezó a hablar.
-Estas aquí porque yo conocía a tu tía bastante bien, hace muchos años en este mismo despacho la vi por primera vez. Yo le llevaba los papeles y cuentas cuando tan joven quedó viuda, nos enamoramos y durante años fuimos amantes. Nuestra romance terminó porque decidí seguir con mi mujer, ella lo llevó mal, trementamente mal, tanto que se aisló del mundo y se fue a vivir al campo, yo siempre la quise mucho y nunca la olvidé, pero tenia una mujer, hijos... no podía abandonarlos, no podía darle lo que ella pedía.
A pesar de esto nunca terminé de desvincularme de ella, al menos la convencí para seguir llevándole los papeles y de paso poder visitarla alguna vez. Cuando tú llegaste a su vida, ella vino a verme para pedirme dos cosas: que no volviera a visitarla más y un favor.
Ella sabia que su salud era endeble y vulnerable, así que cuando aceptó criarte, aceptó una hija y con ello una heredera.
Legalmente hay otros parientes lejanos que podrían serlo, pero ella dejo dicho y escrito que tú y solo tú fueras la heredera de todas sus pertenencias, su casa del campo y unos buenos ahorros que te darán para vivir un tiempo.

Mi boca no podía estar más abierta, era demasiada información. ¿Heredera? ¿Yo?
-Pe pe pero...
-Tranquila, yo te ayudaré con todo, empieza leyendo esto.- Y me dio el testamento de mi tía. Cuando terminé de leerlo no pude parar de llorar durante un largo rato, sólo mi tía volvió hacerme llorar después de tanto tiempo.

Al cabo de un mes ya estaba instalada en casa, miles de recuerdos inundaron mi mente, todo estaba exactamente igual que cuando me fui, era increíble, como si nunca hubiera pasado el tiempo.
Julio no quería que me fuera a vivir tan lejos y alejada, quería que me quedara en su casa, yo no acepté de ninguna manera, bastantes cosas tenia Julio encima.
Ada vino a visitarme al poco de instalarme, habían pasado 6 años desde la última vez que nos vimos, fue genial volver a verla, seguía tan espectacular y bella como siempre, solo que ahora en cuerpo de mujer. Recordamos en nuestro reencuentro el día de nuestra despedida en el orfanato, entonces dos niñas hicieron una promesa, una promesa que nos unió y nos unirá siempre, la de la amistad eterna, fuerte y leal.
Ella trabajaba de camarera en una pequeña cafetería miestras estudiaba, me consiguió trabajo allí. Julio me llevaba todos los días al trabajo, al poco me compre una motocicleta, no podía abusar de su buena disposición.

Todos los días cuando Julio terminaba de trabajar venia a verme, un día después de cenar Julio me dijo que necesitaba decirme algo.
-Daniela estoy enamorado de ti, desde que estas en mi vida he vuelto a ser feliz.

Julio ha sido mi primer "todo", nunca antes había sentido algo así por nadie, hasta hacia poco los hombres no tenían importancia para mí, no los necesitaba, pero a Julio sí, él era el único hombre que me hacia sentir, el único que despertaba en mi la necesidad de amar y de sentirme mujer.
Después de esas palabras no hicieron falta más, nuestras pieles se unieron y nuestros labios se juntaron, era la primera vez mi boca besaba otra, era la primera vez que mi cuerpo se estremecía de la forma más real y bonita que jamás antes había conocido.
-Yo también te amo.

Y así, con él, fue pasando el tiempo, tres años después, el mismo día que cumplí 21 años, la madre de Julio falleció de un cáncer fulminante, apesar de lo que nos dijeran los médicos nosotros sabíamos que su madre habia muerto de pena. La peor enfermedad que hay, el peor cáncer. Fue otro golpe duro, pero no inesperado.
Entonces decidimos vivir juntos, Julio estaba muy triste y fue lo mejor, le convencí para que fuera él quien se instalara en mi casa, no quería separarme de esas paredes, de la tierra, del silencio, del aire puro. Él complaciente siempre, aceptó.
La vida era genial, Julio y yo nunca hemos necesitado mucho para ser felices, la simple compañía del otro ya era suficiente. Creamos nuestro mundo. Nuestro.

Un día hubo una tormenta terrible, que se llevó parte del viejo y vencido tejado. La casa era grande y estaba dividida en dos parte, nosotros por suerte habituábamos a usar la parte que no sufrío daños a penas.
Al día siguiente con la mañana clara, en calma, Julio y yo desayunamos y se fue a trabajar, yo tenia el día libre, antes de irse me dijo:
-Cuando regrese, empezaremos a plantear la obra y en unos días estará solucionado. No te precupes amor. Adiós guapa, te quiero.

Cuando quede sola, accedí a la parte afectada de la casa, era una buhardilla grande llena de muebles y chismes viejos. Parte del tejado y un trozo de pared había caido dentro aplastando la gran mayoría de ellos. Fue entonces cuando lo vi.

viernes, 8 de abril de 2011

La historia de Daniela Treneib - Capítulo 5 "El abrazo del pasado"

Era libre, al día siguiente de mi cumpleaños "me soltaron". Antes de salir el director del centro me entregó un sobre con en el que se podía leer mi nombre completo, no llevaba remitente. Sólo una pequeña anotación al pie: Entregar al cumplir la mayoría de edad. El sobre estaba cerrado.

Se supone que cuando sales de un sitio así debe venir a recogerte tu familia, esperándote en la puerta para luego regalarte el mayor de los abrazos. En mi caso faltaron ambas cosas.
Era libre sí, pero ¿de qué manera?


Empecé a caminar sin rumbo ni meta. Decidí cruzar el solar que tantas horas contempló mi vista. Cuando llevaba un rato caminando sentí un ruido detrás de mí, era un motor, un sonido que mi mente recordaba a la perfección, era la vieja furgoneta de Tomás, pero al girarme no era él quien la conducía sino su hijo Julio. No le esperaba ya que semanas atrás avisé de mi salida a Tomás por carta, pero no obtuve ninguna respuesta, ya no esperaba a nadie, pero sin embargo ahí estaba su hijo, no se habían olvidado de mi, le conocía desde pequeña y sin embargo apenas sabia nada de él, pero allí estaba, sonriendo delante de mí con una bonita flor en la mano. Y sin pensarlo me abracé a él con la misma fuerza con la que antaño me había abrazado a su padre cuando mi tía se fué. Esta vez el cuerpo no era el de una niña, esta vez si sabia que pasaba, pero tuve la misma sensación de soledad, tristeza y vacío que cuando era niña.
Julio me contó que su padre había muerto hacia unos meses de un infarto, me sentí mal y angustiada, al fin y al cabo Tomás era lo único que me quedaba de mi pasado.
La madre de Julio estaba enferma desde entonces y se pasaba las horas encerrada en su habitación viendo fotos del pasado y llorando sin parar. Se alegró de verme, pero tan pronto como me saludó, regresó a su cuarto.
Julio lo estaba pasando realmente mal, todo esto era demasiado para él, sólo tenia 20 años una madre enferma que cuidar y un pequeño negocio como herencia que llevar.
Me preparó una habitación y allí me instalé, prometiendo que en seguida encontrase un trabajo me iría de allí, Julio parecía no tener ganas de que ese momento llegase.

Julio era un muchacho alto y bien fornido de tantas horas cargando y descargando la furgoneta de trabajo. Sus ojos oscuros, casi negros, pero realmente bonitos y expresivos. Sus labios eran carnosos. No se reía mucho era más bien callado y tímido, pero cuando reía tenía una sonrisa preciosa que dejaba asomar dos pequeños hoyuelos que la hacían más bonita aún.

Con todo el lío del nuevo cambio olvidé por completo la carta misteriosa, pero había llegado el momento de abrirla, no me imaginaba que podía contener, pero dentro de mí sentia que de alguna manera en ese sobre estaba la siguiente parada del tren de mi vida.

Portada

lunes, 4 de abril de 2011

La Historia de Gonzalo 5º Capítulo "Un regalo ideal"


Dicen que el tiempo todo lo cura, y hasta hace relativamente poco, yo pensaba lo mismo.
He tenido novias, como todo el mundo a mi edad, pero han sido siempre amores pasajeros que culminaban con un abrazo y a veces incluso hasta con una bonita amistad, por lo que deduzco que nunca ninguna chica había estado locamente enamorada de mí, y por consiguiente yo tampoco había amado a nadie. Puedo entonces dar gracias, supongo, por no haber sufrido, al menos en el ámbito de amor. Por lo cual, el tiempo no ha tenido mucho que curar en lo que a amores se refiere. Y por el momento tampoco me apetecía saber lo que es enamorarse ni querer a una chica, no quiero más dolor, estoy servido, gracias. Además, dicen también que no puede echarse de menos algo que nunca has tenido, otro dicho popular y creo que más cierto que el anterior.
También la marcha de mama fue una palo bastante duro, el peor para nosotros sin contar este último, aunque más bien lo que me dolía no era la distancia, sino la indiferencia mostrada hacia mis hermanos, ni una visita, ni una sola llamada, ni una pizca de interés por saber de sus vidas en 5 años, por supuesto a mí tampoco me hacía caso, pero eso ya me daba igual, quería a mi madre porque era mi madre, pero única y exclusivamente por eso, los años de llorar por su trato hacía mi ya habían pasado, y todo eso ya no dolía, así que esa pena también el tiempo se la llevó para convertirla en simple rencor, de eso, la verdad sea dicha, me sobraba.
Lo que nada ni nadie lograba tan siquiera sosegar, era el dolor que sentía desde que mi padre decidió marcharse quién sabe dónde, cada mañana, al abrir los ojos, sentía un dolor en el pecho, como pinchacitos pequeñitos, pero que seguían constantes las 24 horas del día, llegó un punto que sentí pena de mi mismo por la situación que estaba pasando , y sinceramente creo que me equivocaba antes al decir que no había amado a nadie, sí que lo había hecho, por supuesto no de la manera que se puede amar a una novia, pero sí de la manera más pura, más fuerte y más franca que lo había hecho en toda mi vida.
Y acabado mi pequeño pero sincero desahogo, continuaré con mi historia…
A falta de tan sólo un examen y con todos los demás aprobados, con medias altísimas, he de decirlo, ya estaba muy cerca el momento de mi graduación, aunque evidentemente no era el título lo que realmente me importaba (al menos no por el momento), sino aquel papelito del cajón del recibidor, realmente era una tortura pasar por delante de él sin abrirlo, me daban hasta sudores fríos, creo que hasta escuchaba de vez en cuando como el papelito, por sí mismo, se movía, luchando por salir de ese oscuro cajón, para después salir corriendo hacía el teléfono y marcar el número con el objetivo de descubrir quién era esa persona misteriosa, pero hasta el día de hoy, según los científicos más inteligentes del planeta, creo que ningún trocito de folio tiene vida propia.
A Jorge también le estaba yendo de maravilla su tercer año de carrera, no lo había contado, pero quería ser profesor de educación física, supongo que no os habrá extrañado, es bastante predecible teniendo en cuenta que su mayor devoción era el deporte. Sus notas no eran nada envidiables pero sí bastante admirables teniendo en cuenta la situación, yo diría que ya estaba empezando a hacerse a la idea, en sus ojos siempre pude ver su estado de ánimo, sus preocupaciones, sus deseos, y eso a él le inquietaba desde que éramos muy pequeños porque más de una vez no le hacía falta hablarme para que yo, casi palabra por palabra, le contara lo que él pretendía decirme, y muy pocas veces me equivocaba, mi hermano siempre fue tan valiente, tan fuerte, tan…diferente a mí.
Ángela no había mejorado, pero por suerte para nosotros tampoco había empeorado, sus travesuras en el colegio se convirtieron en algo habitual, pero no volvió a pegarle a nadie, creo que eso jamás se lo perdonaría a sí misma, en casa, por el contrario, no hacía nada, en realidad no se que era mejor, porque se pasaba las horas en su habitación, en total silencio, de vez en cuando incluso la llamaba a voces desde el piso de abajo para comprobar que seguía allí.
-Siiiiiiii, sigo aquí tete, no hace falta que me preguntes cada 10 minutos-me decía cansada.
Mañana era el gran día, o el temido día mejor dicho, el cumpleaños de la tía Eva (nota importante: Eva era hermana de papá, sólo teníamos relación con nuestra familia paterna, ya que la familia de mamá vivía en el extranjero, pero nos llamaban de vez en cuando para saber de nosotros, y sólo los veíamos en algunas de nuestras vacaciones de verano).
Decidí echarle valor al asunto e ir al centro comercial, así que comenté mis planes a mis hermanos, que aceptaron a desgana y se vistieron para después subirse al coche. Les dije que teníamos que comprar un buen regalo a nuestra tía, pero mi objetivo real era estar tiempo juntos, fuera de casa quiero decir. Así que arranqué mi Renault y me dispuse a coger la autovía para llegar a nuestro destino.
Una vez allí recorrimos decenas de tiendas buscando el regalo apropiado, y comprando algún que otro caprichito para nosotros, ya que hacía tiempo que no lo hacíamos, Jorge me miraba asombrado cada vez que “malgastaba” en tonterías, pues siempre fui muy ahorrador y práctico, lo que no sabía mi hermano era de la existencia de una maleta llena de millones de euros, de ahí mi despreocupación.
Por fin en una tienda de antigüedades encontramos el regalo perfecto, un gramófono precioso, para el que no sabe de antigüedades, sirve para reproducir discos antiguos, de los que la tía los tenía a montones, nada más verlo los 3 supimos que era el regalo acertado.
Cuando terminamos de comprar, comimos y más tarde regresamos cansados a casa, Jorge y yo, nos pasaríamos toda la noche ideando la mentira que contaríamos a nuestra familia, podríamos decir que estaba en alguna de sus misiones, pero el tío Claudio estaba al tanto de todas las salidas de papá…¿Qué podíamos decir? Si por otro lado fingíamos que tenía un virus o cualquier otro tipo de enfermedad, ya sea grave o no, sería la Abuela Ana la que vendría corriendo a cuidarle...ya no me encontraba tan alegre como me había sentido tan sólo hacía unas horas con mis dos hermanos paseando y charlando, lo que en realidad estaba era muy asustado y por los ojos de mi hermano, se sentía exactamente igual que yo.

viernes, 1 de abril de 2011

La historia de Daniela Treneib - Capítulo 4 - El Reformatorio (2ºparte)

Después ruido, dolor y oscuridad, me taparon lo ojos no pude ver lo que le hicieron a Cris, pero si sentí su dolor con los gritos de agonía que resonaron en mis tímpanos, mi castigo fue aguantar su sufrimiento con la peor de las impotencias, con rabia. Despertó dentro de mi un odio enorme, desconocido para mí hasta entonces, un odio de venganza.
No les pasó nada, NADA, nada... unas semanas de castigo y poco más. Parecía como si hasta los profesores aceptasen ese castigo para Cris, como si lo mereciese por ser como era, Cris pasó unas semanas en el hospital, luego regresó, como si nada, con una pequeña cojera que ya arrastraría toda su vida. Pero en sus ojos había más tristeza, más dolor que sumar a su lista.
Después de lo de Cris mi actitud cambió, dejé de estar al margen, dejé de mirar para otro lado.
En poco tiempo aprendí que la gente que no te importa es fácil de manipular, ya que no hay sentimientos de por medio y así es más sencillo. Sólo tienes que decir lo que quieren oir en el momento oportuno. Rápidamente me dí cuenta que la gran mayoría de personas están vacías, apenas tienen ideas propias y sus sentimientos son muy básicos, éstos son más fáciles de controlar.
Yo expresaba claramente mis desacuerdos con ciertos tratos de los tutores y con las injusticias, ya no callaba y por ello pasaba alguna noche en la "parte oscura", una pequeña habitación de castigo, vacía a excepción de una pequeña Biblia, "para recapacitar" decían, jamás la abrí.
De vez en cuando montaba alguna que otra revuelta casi siempre por alguna causa justificada o por aburrimiento. Le dí más de un calentamiento de cabeza a los profesores y tutores.
Al cabo de unos meses me hice con el sitio, dejé de ser anónima, dejé de ser una más, era la "Bicha", así me llamaban, me pusieron este mote por el motivo mayor de mi ingreso allí, el suceso con Alicia y los bichitos. Sinceramente este seudónimo no me gustaba, pero no se trataba de eso, cuando en sitios así te ponen un sobrenombre es porque de alguna manera destacas sobre los demás, para bien o para mal. Y yo destacaba.
Así fue pasando el tiempo, años de revueltas, gritos, castigos, peleas... Entretenido y rápido, fue la única forma que encontré de sobrevivir allí de la mejor manera posible, cuando estas ocupado el tiempo pasa más deprisa.
El último año cuando estaba a punto de cumplir la mayoría de edad y salir de aquel sitio, conseguí que cada uno de los que habían participado en la brutal paliza a Cris, recibieran su merecido, cuando regresaron del hospital, yo ya no estaba en aquel sitio. Me imaginé sus caras, lobos hambrientos en busca de su presa, una presa que ya nunca comerían.